Dos prismas ausentes
Nueva York: los restos de una mañana
La madrugada del 11 de septiembre no presagiaba tormenta alguna cuando inicié un viaje en coche desde Houston hasta Austin para asistir a una reunión en una de mis obras. Pensé que era algo extraño, pues resultó que había un precioso cielo azul, algo poco frecuente en esta época del año en la indómita llanura de Tejas, normalmente acribillada por unas tormentas de final de verano que a veces pueden llegar a convertirse en violentos huracanes. La extensa planicie y su ondulante vegetación hipnotizan con una sensación de libertad sin límites, con el despliegue de una frontera perpetua acosada aquí y allá por un crecimiento urbano en mancha de aceite, pero cada vez más confiado en su destino expansivo... [+]