
El mercado del arte es un ejemplo sobresaliente del consumo conspicuo teorizado por el sociólogo y economista Thorstein Veblen en The Theory of the Leisure Class, y dos libros recientes escritos por outsiders documentan los extremos de ostentación, fraude y opacidad que ha alcanzado en nuestros días. Orlando Whitfield, que se formó en la escuela de arte londinense Goldsmiths, se describe como marchante fracasado bajo el retrato de la solapa, donde aparece tapándose la cara con las manos, y vivió en primera persona el ascenso y caída de su amigo y jefe Inigo Philbrik, condenado a siete años de cárcel tras protagonizar la mayor estafa artística de la historia americana, hilo conductor de un relato que denuncia la corrupción de un entorno brillante y oscuro. Bianca Bosker, por su parte, es una periodista neoyorquina que, tras explorar en Cork Dork el mundo hermético del vino a través de sumilleres obsesivos, coleccionistas de botellas y enólogos equívocos, se introduce en los círculos del arte contemporáneo trabajando en galerías, en el estudio de un pintor y como vigilante en el Guggenheim para describir con espíritu antropológico un universo de escasa transparencia que dificulta el acceso al público general.
Cultura y comercio se enredan en un mercado que mueve alrededor de 65.000 millones de dólares, pero que no está en absoluto regulado, porque prácticas ilegales en el ámbito bursátil como el uso de información privilegiada o la manipulación de las cotizaciones son frecuentes en un mundo que se informa mediante susurros y donde artistas y galerías maniobran en secreto para proteger el valor de sus obras. Desde los años noventa, los flujos de dinero desde la antigua Unión Soviética, la burbuja de las puntocom o los beneficios extraordinarios del sector bancario han multiplicado los precios del arte, generando el fenómeno de lo que algunos llaman ‘especulismo’ (especulación+coleccionismo), al haberse convertido las obras en un activo financiero más. Así ocurre que programas tan prestigiosos como el Master of Fine Arts de la Universidad de Yale —un MFA es a menudo en los Estados Unidos el primer paso de una carrera artística— no ofertan clases de dibujo, pero sí formación en criptomonedas. Tanto Whitfield como Bosker ofrecen un retrato demoledor y fascinante de un mundo de excesos y engaños, lo que no impide al uno combinar su devastadora denuncia con la experiencia religiosa de contemplar una instalación de Sol LeWitt; o a la otra transitar de un escepticismo curioso al deslumbramiento con «los demonios del arte» que le enseñaron a ver la fotografía de Mapplethorpe, la escultura de Brancusi o los trípticos de Bacon.
All That Glitters documenta un mercado en el que, en efecto, no es oro todo lo que brilla, y describe sus engaños y estafas, desde su viaje iniciático a Lisboa llevando en mano una obra de Paula Rego para evitar pagar impuestos hasta su falsificación de otra de Félix González-Torres formada por un centenar de esterillas, relatando asimismo los fraudes a gran escala del amigo que acabaría en prisión, cuyas confidencias traiciona para componer un fresco vibrante y triste que ha llegado a ser descrito como «un gran Gatsby del mundo del arte». Get the Picture es un libro más amable, admirablemente escrito y sumamente divertido, que interroga con mirada cándida el carrusel de galerías, fiestas y ferias del arte contemporáneo atenta a las peculiaridades de su lenguaje y sus comportamientos, intrigada por la pasión e intensidad de los artistas que malviven en los márgenes del mercado y tan dispuesta a sumergirse en ese entorno embriagante e hipnótico como para participar en un ‘live face-sitting event’ de la artista de performance Mandy allFIRE. Entre Brooklyn y Chelsea, y desde Miami a la Micronesia donde Philbrik fue arrestado, estos viajes por las geografías aparentes u ocultas del arte trazan un retrato tan abrasivo como cordial de un universo absurdo y brillante, hambriento y opulento a la vez.