Construir con aire
Another Look on Renaissance
Vitruvio dictaminó que la primera condición necesaria de toda arquitectura era la firmitas de su construcción material, pero no olvidó que los edificios y las ciudades —y las vidas de quienes los habitan— están hechos, igualmente, de componentes que no se pueden ver, tocar, medir o pesar, pero que son tan reales como los ladrillos y el mortero. Así, pues, ya en el propio texto fundador de la cultura arquitectónica occidental estaba implícita la posibilidad —es más, la necesidad— de una historia de lo invisible, inconmensurable e imponderable en arquitectura.
Eduardo Prieto es bien consciente de ello cuando nos entrega, en contradicción solo aparente, un libro de arquitectura cuyo tema es el aire. Y lo hace como nuevo eslabón de una ya prolongada línea de investigación que ha dado importantes contribuciones al conocimiento de esa historia invisible de la arquitectura tradicionalmente desatendida. Me refiero, sobre todo, a su programática Historia medioambiental de la arquitectura, publicada en 2019 y a la que tan estrechamente ligada está el libro que aquí nos ocupa.
Frente a la simplificadora imagen del Renacimiento como un fenómeno puramente intelectual, alejado de las más groseras manifestaciones de lo material, el autor nos recuerda, en la senda de otros grandes historiadores que ya cuestionaron este modelo reductor (recordemos, por ejemplo, a Eugenio Battisti), que el interés por la materia y por la naturaleza impregna toda la cultura humanista. Y, apoyándose en referentes historiográficos confesos, como Emmanuel Le Roy Ladurie, Carlo Ginzburg o, sobre todo, Fernand Braudel, Prieto pone de relieve un capítulo especialmente significativo de este naturalismo: los múltiples aspectos en que la reflexión científica, filosófica y hermética sobre el aire viene a insertarse en la arquitectura del Renacimiento.
En la cultura del Renacimiento, Alberti no solo fue el gran teórico de la perspectiva lineal, sino también el urbanista pragmático que no tuvo inconveniente en recomendar que el diseño de las calles no respondiera a la estricta geometría rectilínea sino a la andadura determinada por los vientos dominantes. En este mismo sentido hay que entender la curiosidad universal de Leonardo por los fenómenos naturales o la particular visión de la naturaleza de figuras tradicionalmente minusvaloradas como Philibert de l’Orme o Vincenzo Scamozzi, o la fuerza del pensamiento hermético en una línea que lleva desde Marsilio Ficino a Robert Fludd.
El libro, breve en extensión pero tan denso que es una obra abierta capaz de sustentar un verdadero programa de trabajo, traza las líneas principales de la herencia del pensamiento helenístico y romano, reconstruyendo los hitos mayores de una cultura clásica del aire que nos lleva de Aristóteles o Herón de Alejandría a Vitruvio o Plinio y que está jalonada por edificios bien conocidos pero de los que este trabajo revela una nueva capa de significado: la Torre de los Vientos de Atenas, la Domus Aurea, el Teatro Marítimo de la villa de Adriano en Tívoli… Una temática hasta el momento poco estudiada que nos permite ahora intuir toda la complejidad de la relación del Renacimiento con la cultura clásica.
Las múltiples acepciones del aire en la cultura clásica entroncan con una amplia diversidad de temas y de saberes, desde la tradición hipocrática hasta las teorías de los cuatro elementos o los humores del cuerpo humano y, por supuesto, hasta su influencia y su domesticación en el arte de construir edificios y ciudades. Se abre así paso, igualmente, el problema de la naturaleza benigna (salutífera) o maligna (miasmática) del aire.
Y, a partir de aquí, Prieto desgrana toda una serie de aspectos específicos marcados por el binomio aire-arquitectura. Las míticas pajareras, antiguas y modernas, así como las veletas, son manifestaciones singulares de lo invisible, al igual que el caso tan significativo como poco conocido de los ‘ventiductos’ de las villas de Costozza. Pero el autor nos muestra igualmente como hitos de la arquitectura renacentista como El Escorial, la villa Rotonda o la villa de Este en Tívoli pueden ser también entendidos desde la lógica de la aireación, la orientación y la ventilación. La imagen comparativa de la orientación de algunos de los principales edificios del Renacimiento es, en este sentido, una buena muestra de otro de los valores de este libro: un magnífico cuerpo de imágenes, muy bien escogidas, que son mucho más que meras ilustraciones y componen un discurso icónico paralelo que dialoga coherentemente con el texto.
La ninfa que Aby Warburg convirtió en figura clave de su propuesta teórica de la supervivencia de las imágenes aparecía siempre acariciada por la brisa, como la Venus de Botticelli. Ahora este libro imprescindible viene a explicarnos cómo la arquitectura del Renacimiento fue construida también con aire.