Robert y Sonia Delaunay no son desconocidos en España: su trabajo viene siendo objeto de exposiciones desde la primera organizada por la Fundación Juan March en 1982. Lo que distingue a las anteriores de la que ha presentado este verano el Museo Thyssen es el protagonismo concedido a Sonia, una entre las muchas artistas que quedaron eclipsadas por sus parejas.
Presentar el trabajo de Sonia Delaunay en solitario no forma parte de una de esas operaciones de justicia retroactiva que se llevan a cabo a instancias de los estudios de género. Es simplemente un acto de justicia, pues Sonia Delaunay (1885-1979) fue en verdad una creadora total. Pintura, escenografía, decoración, publicidad, moda: nada fue ajeno a esta artista, como demuestran los doscientos objetos presentados en ‘Sonia Delaunay: arte, diseño, moda’, que podrá visitarse en Madrid hasta el 5 de octubre.
El hecho de que esta estupenda muestra se celebre en Madrid está además justificado por la intensa relación de la artista con la ciudad, donde vivió antes y después de la i Guerra Mundial, y donde se apasionó por el flamenco y El Greco, se codeó con los artistas de la vanguardia castiza, trabajó en cuadros de poderoso cromatismo y se hizo incluso un lugar como modista, cosiendo singulares vestidos que tuvieron mucho éxito entre sus vecinas del barrio de Salamanca. Es la singular historia de una vanguardista cuyo propósito fue «transformar la banalidad cotidiana». No se la pierdan.