La universalidad moderna parece poco compatible con la diversidad de los climas. El que llegó a llamarse Estilo Internacional, cristalizado en la imaginación popular como prismas unánimes de vidrio, proponía una racionalidad homogénea ignorante de latitudes o hábitos: el muro cortina y el aire acondicionado colonizarían el mundo con su técnica exacta. Sin embargo, la reflexión sobre el clima está presente desde los inicios de la modernidad, con frecuencia asociada a las enseñanzas de la arquitectura vernácula —cuya estética de la necesidad serviría de inspiración y vacuna frente a la retórica académica—, y periódicamente regresa al primer plano del debate dando soporte a diferentes versiones del regionalismo. Muchos de los protagonistas de las vanguardias —Taut, Gropius, Le Corbusier o Neutra— prestaron al clima una atención minuciosa, pero quizá las aportaciones más decisivas llegarían de la mano de científicos, críticos e historiadores...