Casas de musas

Cuatro museos en cuatro continentes

Casas de musas

Cuatro museos en cuatro continentes

01/07/2023


Herzog & de Meuron, Ampliación del Museo Küppersmühle, Duisburgo (Alemania)

Ptolomeo, faraón griego de Egipto, mandó construir el Museion de Alejandría en 280 a.C., y con ello inventó menos un sitio donde los eruditos pudieran investigar con el patrocinio del Estado que un concepto y un nombre destinados a tener fortuna en la cultura de Occidente.

En cuanto frutos de la peculiar civilización helenística, los museos desaparecieron durante siglos hasta que el otoño de la Edad Media los devolvió en parte a la vida, transformados en cámaras nobiliarias que atesoraban objetos dispares: desde crucifijos de marfil hasta piedras bezoares, pasando por cuernos de unicornio. Después, el Renacimiento recuperó el nombre, si bien latinizado, de museum, mientras iba alentando ese coleccionismo, menos interesado en lo extraño que en lo propiamente artístico, que habría de florecer en las galerías de los palacios durante los tiempos del Barroco y la Ilustración, antes de que los museos —por mor del Zeitgeist revolucionario— perdieran su condición aristocrática para devenir en las instituciones burguesas que siguen siendo hoy.

Que los museos son, en efecto, invenciones de suyo burguesas se prueba en que, desde el siglo XIX, las capitales modernas se preciaran de tenerlos por decenas, hasta el punto de hacer de ellos una suerte de símbolos de la democracia y el saber. Profundamente enraizada en nuestros valores, esta tradición simbólica explica que, incluso en sociedades como las de hoy, digitales y en las que el conocimiento ha dejado de tener el aura que antaño tuviera, los museos no hayan perdido ni un ápice de su prestigio, aunque tal vez sí parte de una utilidad que, por otro lado, se ha compensado con la hipertrofia de su papel como emblemas y catalizadores urbanos, tal y como demuestra el célebre ‘efecto Guggenheim’.

Arquitectura Viva quiere dar cuenta de las mutaciones experimentadas por los museos en cuanto objetos arquitectónicos; y lo hace por medio de un dossier en el que se compilan cuatro ejemplos distribuidos por las variadas geografías de la globalización. El primero, el Museo de Arte Moderno de Estambul, erigido por Renzo Piano Building Workshop en el frente marítimo del Bósforo, hace eco de la memoria industrial del enclave al tiempo que sugiere optimismo cívico a través de su transparencia y fluidez. El segundo, el Sydney Modern, la ampliación de la Galería de Arte de Nueva Gales del Sur a cargo de SANAA, está compuesto por pabellones entrelazados con cubiertas, y respeta la condición verde de su entorno. Por su parte, el Centro Gilder para la Ciencia en el Museo de Historia Natural de Nueva York, de Studio Gang, resuena con sus colecciones por medio de sus peculiares geometrías orgánicas. Finalmente, el Museo de Etnografía de Budapest, de Napur Architect, dispone el programa bajo una gran cubierta vegetal y suavemente curvada que hace las veces de salón público.

Tadao Ando, Museo de Arte Moderno, Fort Worth (EE UU)


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