Bibliotecas en el mundo, 2000-2010

Los espacios de Babel

Richard Ingersoll 
31/12/2010


Si se echa un vistazo a las bibliotecas que se han construido en el mundo a lo largo de la última década, nos sorprenderemos por su carácter evanescente, por su compartida transparencia espacial. El gran vacío de la biblioteca Vasconcelos en México D.F. (TAX, Alberto Kalach, 2006-2008) rezuma vitalidad cinética en su escalonamiento de capas de estantes de acero y adoquines de vidrio a través de los cuales es posible abarcar visualmente la totalidad de su colección de libros, como si diésemos directamente con el alfa y omega del conocimiento humano. También sorprenden los chocantes exteriores vidriados de la biblioteca central de Seattle (OMA, Rem Koolhaas, Joshua Prince-Ramus, 2004) y de la biblioteca IKZM de la Universidad de Brandenburgo en Cottbus (Herzog & de Meuron, 2004), cuya inspiración cristalina es tan evidente que podríamos considerarlas incluso como una especie de colofón de la Cadena de Cristal expresionista. Sus envolventes de vidrio, por otro lado, contradicen el tradicional cuidado con el que las bibliotecas se protegen de la luz solar. De una manera icónica los dos edificios desafían a las convenciones sobre el aspecto de las bibliotecas y el modo como deben atender a su entorno: la biblioteca de Seattle adopta la forma de un trozo retorcido de metralla peligrosamente incrustado en la ordenada malla de un centro urbano americano; por su parte, la biblioteca de Cottbus presenta una disposición fluida y ameboide que contrasta con el severo orden de su emplazamiento en medio de un conjunto de cuarteles de la antigua República Democrática Alemana. Los interiores de ambos edificios son igualmente espectaculares, con sus colores primarios brillantes y sus múltiples escorzos que abren a la mirada un conjunto de espacios concatenados. En el caso de Seattle unas escaleras de color amarillo ácido conectan los distintos niveles del espacio interior, desplegado en espiral; en Cottbus es una escalera de caracol de color malva la que comunica las distintas alturas. No hay nada en estas construcciones que nos recuerde a los espacios que tradicionalmente habían sido los propios de la biblioteca: los lugares en penumbra y tranquilos destinados a la lectura individual...


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