Sobre la abstracción material
Digna contención son las primeras palabras que se me vienen a la cabeza cuando pienso en la arquitectura de David Chipperfield Architects, antes de completarlas con el siguiente adjetivo: ‘inteligente’. Muchas de sus obras sugieren una especie de ‘retorno a la caja’, pero, al examinarlas con más cuidado, uno descubre plantas ingeniosas y edificios impecablemente proyectados y construidos que desafían las convenciones de la tipología y el diseño. Las obras de Chipperfield se ajustan a la tectónica adintelada de Vitruvio, que se traduce generalmente en paralelepípedos, formas que siempre han encajado y encajarán bien en todos los contextos urbanos. La materialidad de estas obras, sean de hormigón, piedra, ladrillo o metal, produce una ponderosa sensación de identidad y adecuación al contexto, y también un agradable sentimiento de lujo minimalista.
Tanto en sus edificios como en su propia persona, Chipperfield es un modelo de cortesía. Nunca un comentario sarcástico, nunca una ofensa al lugar. Su moderación es tal que tanto él como su arquitectura corren el riesgo de pasar desapercibidos, lo cual contrasta directamente con la ética imperante hoy en el mundo enloquecido de los medios de comunicación, a la busca de personalidades glamurosas y creadores icónicos. Pese a su importancia como educador, como comisario de exposiciones del calado de la Bienal de Venecia, y pese a su magistral y prolífica carrera internacional, Chipperfield ha mantenido un perfil discreto, y muy pocos de sus proyectos buscan llamar la atención. Colin Rowe, como entretenimiento entre un martini con vodka y el siguiente, solía proponer un juego basado en el concepto de los tipos humanos acuñado por Isaiah Berlin: revisar listas de arquitectos para decidir si eran ‘zorros’ o ‘erizos’, comenzando por parejas como Miguel Ángel y Palladio. Chipperfield corresponde perfectamente a la categoría de los erizos, más aun que Tessenow o Mies van der Rohe. En los más de treinta años de su carrera, sus ideas apenas han cambiado de un proyecto a otro. En ellas siempre es posible reconocer el lento y coherente desarrollo del estilo, el gran interés en la esencia de los materiales, y el fuerte sentido de la honestidad en la estructura; rasgos todos ellos que de nuevo contradicen la mayoría de los modos de hacer contemporáneos. Su talento tenaz e insistente para asimilar en lugar de variar es un modelo de resistencia frente a la violencia formal propia de los arquitectos estrella. Con todo, y a pesar de esta estrategia de perfil bajo, Chipperfield es hoy considerado una ‘marca’ global...