Atmósferas del saber

Espacios para la ciencia popular

Atmósferas del saber

Espacios para la ciencia popular

01/11/2023


Alfred Waterhouse, Museo de Historia Natural, Londres (Reino Unido) © William Parkinson / Alamy

La arquitectura ha tenido tantos vínculos con el poder fuerte de la política y la religión, que podemos olvidar que ha estado también al servicio del poder blando de la ciencia, desde el principio. ¿No fueron los zigurats de Babilonia torres de observación del cielo? ¿No fueron las pirámides cifras del astro rey? ¿No fue el círculo de Stonehenge un calendario astronómico? ¿No levantaron los romanos un inmenso reloj de sol en el Campo Marzio? ¿No mandaron erigir los rajás de Jaipur los dispositivos cósmicos de Jantar Mantar?

Con la modernidad del siglo xvii y su revolución del conocimiento, los vínculos simbólicos entre la arquitectura y las fuerzas de la naturaleza comenzaron a debilitarse, pero a cambio aparecieron edificios marcados por las trazas del racionalismo y cuya función, más allá de analogías trascendentes, fue dar servicio a la nueva ciencia. Así, los papas mandaron construir la Torre dei Venti en el Belvedere de Roma con vistas a reformar el calendario juliano; el rey de Dinamarca financió el observatorio de Uraniborg para que Tycho Brahe abriera el camino a las leyes de Kepler; Luis xiv encargó a Claude Perrault el observatorio en París para que los Cassini pudieran trazar el meridiano francés casi al mismo tiempo que Carlos ii de Inglaterra comisionaba el observatorio de Greenwich en pos de su propio meridiano.

Y aunque esta tradición no hizo sino engrosarse con las aportaciones de los siglos xix y xx para dar pie a nuevos observatorios como la Torre de Einstein de Mendelssohn (recientemente restaurada), pronto se amplió para cubrir no tanto el mundo de la investigación como el de la divulgación. De aquí surgió la amplísima nómina de museos, centros de difusión y parques temáticos que hoy se presentan como escenografías del saber e incluso experiencias inmersivas cuyo objetivo es acercar al público general los arcanos —cada vez más abstrusos— de la ciencia contemporánea.

A través de este dossier, Arquitectura Viva quiere presentar en detalle dos edificios afines en su empeño de divulgar espacial y escenográficamente la ciencia, ambos a cargo de prestigiosas oficinas internacionales. El primero, levantado por Renzo Piano Building Workshop a las afueras de Ginebra, es el CERN Science Gateway y está compuesto por dos tubos gemelos de acero y vidrio a través de los cuales es posible estudiar, siguiendo la historia de las partículas elementales, la evolución del universo a lo largo de casi 14.000 millones de años. El segundo, construido por Zaha Hadid Architects en Chengdú (China), es el Museo de la Ciencia Ficción, un espectacular edificio hecho de recorridos sinuosos, atmósferas inmersivas y poderosos contrastes entre el interior y el exterior, que, si bien no presenta contenidos científicos stricto sensu, sí trabaja sobre el género que, a través de la literatura, el cine y los videojuegos, más ha contribuido a divulgar las ideas científicas de nuestra época.

James Stewart Polshek, Centro Rose para la Tierra y el Espacio, Nueva York (Estados Unidos)


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