El proyecto AV/Arquitectura Viva cumple 40 años en enero de 2025, y es una ocasión propicia para recordar nuestro ADN residencial. La que inicialmente se llamaba Monografías de Arquitectura y Vivienda era una revista trimestral editada por una empresa pública, la Sociedad Estatal de Gestión para la Rehabilitación y Construcción de Viviendas (SGV), y de los cuatro números correspondientes a ese primer año dedicó dos a la IBA berlinesa —por entonces la más estimulante experiencia residencial en Europa—, otro al emergente regionalismo en las nuevas comunidades autónomas, y otro más a los proyectos de vivienda en una Andalucía convertida en banco de ensayos de las renovadas prioridades sociales y urbanas. Desde aquel lejano 1985 hasta la reciente publicación del libro con 50 obras de vivienda completadas en España después del 2000, tanto AV como Arquitectura Viva han seguido con atención el proyecto residencial en España y fuera de ella, como acaso quizá testimonien las 40 introducciones a otros tantos números que reuní en un pequeño libro, Modelos de habitar.
Además del desafío arquitectónico que ha sido desde la modernidad, la vivienda tiene una dimensión urbana que la hace inseparable del desarrollo de la ciudad, y otra de naturaleza social que la hace siempre una preocupación política. Este es el actual momento de España, marcado por la alarma ante el incremento de los precios, por la multiplicación de diagnósticos de la crisis, y por las diferentes propuestas de políticas públicas para abordarla. En la presentación del número de octubre de 2024 abreviamos en el título nuestra posición editorial sobre el asunto —‘Más viviendas, mejor ciudad’—, subrayando tanto la dimensión cuantitativa del problema como la necesidad de que las nuevas construcciones mejoren la calidad y sostenibilidad urbanas, pero merece la pena recordar cómo se ha modificado el panorama del sector durante estos 40 años: desde 1985 hasta el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007, las viviendas terminadas en España ascendieron vertiginosamente desde 200.000 anuales a más de 600.000, para desplomarse hasta las 90.000 actuales, por entero incapaces de atender la demanda.
A la escasez de la oferta se une hoy la reducción de la inversión pública, ya que si dos tercios de las construidas en 1985 eran viviendas protegidas, ese porcentaje no llegó al 10% en la etapa de la burbuja, para sumar menos de 9.000 unidades en el último ejercicio computado. La ausencia de inversión daña especialmente a la vivienda social en alquiler, muy deficitaria en España, y que solo puede abordarse desde la iniciativa pública; otra cosa es la vivienda asequible en alquiler, donde puede darse la colaboración público-privada a través de las cesiones de suelo y las modificaciones urbanísticas para incrementar la densidad ciudadana. Pero tanto estos asuntos como la limitación de las subvenciones para la venta, la regulación del alquiler turístico o la promoción de la industrialización para enfrentarse a la escasez de mano de obra cualificada exigen políticas consensuadas, consistentes y mantenidas en el tiempo. Durante cuatro décadas nos hemos ocupado de la vivienda como un problema técnico y estético, pero en esta hora solo podemos hacerlo como un reto político, económico y social.