Tras una pegadiza sintonía, la secuencia de apertura funde a negro y aparece una escena familiar: Carrie Bradshaw escribe su columna junto a la ventana, Michael Scott bebe café detrás de un escritorio repleto de baratijas, Homer Simpson se arrellana en el sofá frente al televisor… Todas las series construyen sus imaginarios con motivos recurrentes, procurando dar coherencia a un carrusel de situaciones que se prolonga incluso temporadas enteras. Debemos mucho al guion para acabar amando a personajes de narraciones tan fragmentadas, pero no menos a sus escenarios, los lugares que convierten la cotidianidad en algo memorable, de normal discretos figurantes que ahora han pasado a protagonistas de la mano de Iñaki Aliste Lizarralde.
Este azpeitiarra ha reunido en un libro sesenta planos esmeradamente trazados por él mismo que representan los sets de treinta y cinco series de televisión, grandes clásicos de ayer y de hoy. Otros fan artists podrían haberse embarcado en una empresa semejante, pero Aliste —que la veía como un placer privado hasta que ganó popularidad a través de las redes sociales— no se contenta con representar los decorados de sus programas favoritos tal cual se muestran en pantalla; en sus creaciones marca la diferencia su experiencia profesional en el mundo del interiorismo: su buen ojo para dimensionar estancias en base a pequeños detalles, tras horas y horas de atento visionado, y su intuición espacial para unir los numerosos cabos sueltos de forma plausible.
Sazonados con ilustraciones de los principales gags y con amenos textos del cineasta Neal E. Fischer, los levantamientos consiguen seducir con sus bellos sombreados a lápiz. Y donde los seriéfilos podrán revivir escenas inolvidables, quienes no lo son tanto verán al menos curiosas case study houses que ejemplifican bien el estilo de vida americano, ya que la mayoría se extrae de sitcoms estadounidenses. Al repasarlas cabrá preguntarse si existen residencias con salones que parecen de baile, o si el médico Frasier Crane, el profesor Ross Geller o el arquitecto Ted Mosby en verdad podrían permitírselas. Pero seguro que fuera de ellas sus vidas no nos habrían enganchado tanto. Dentro créditos.
