El clasicismo vive. Obligado a elegir por la ortodoxia moderna entre su transformación en reglas abstractas de proporción o armonía y el exilio al lazareto del consumo comercial, muchos lo dieron por desaparecido. El elaborado idioma de los órdenes clásicos se juzgó ornamental y jerárquico, dos pecados mortales para una nueva arquitectura que se quería desnuda e igualitaria. Pero los elementos que evocan el mundo antiguo han manifestado ser excepcionalmente resistentes, y los últimos años han visto el ave fénix del clasicismo renacer una vez más de sus cenizas…[+]