La obra consiste en un cuadrado de nueve metros de lado en un paisaje selvático muy particular. Dos de los lados están bordeados por un arroyo de aguas cristalinas; atravesando en diagonal el cuadrado discurre otro curso menor que configura una pequeña isla. El cuadrado está conformado por cuatro vigas de hormigón sostenidas cada una por un solo pilar. Debido a la humedad de los cauces el lugar está particularmente vegetado y las vigas se entrecruzan con los árboles y los helechos de gran porte. El lugar queda así señalado desde afuera por esta estructura de hormigón. En el encofrado de la cara externa de las vigas se introdujeron hojas de amambay, un helecho característico de esta zona, estampando su huella en el hormigón. La cara interna de las vigas está recubierta de espejos, de forma que el espacio marcado desde fuera desaparece desde dentro. En el interior del cuadrado, esquivando las raíces a la sombra de los árboles y poblado por el sonido de las aguas del los arroyos, hay una fosa, también de hormigón. Es la tumba del padre del arquitecto. El ingreso, atravesando la señal de las vigas por los cuatro espacios interrumpidos del perímetro, densifica el aire con una fuerza centrípeta, donde todo lo presente queda integrado, esperando el momento en que se tome asiento junto a la tumba, momento en el cual toda presencia es asimilada por los espejos... [+]