En un solar entre medianeras de la madrileña calle Serrano, próximo al centro económico de la capital, se sitúa la nueva sede de la firma de servicios financieros Morgan Stanley Dean Witter. El edificio cuenta con 5.000 metros cuadrados distribuidos en ocho plantas, reservando las dos inferiores a los servicios de atención al público, salón de actos y cafetería; el ático a los despachos de presidentes y secretaría; y las restantes a zonas de trabajo.

Se trataba de dotar a las oficinas de una fachada permeable que permitiera la iluminación natural de los puestos de trabajo. Dadas las dimensiones de la parcela, con 33 metros de profundidad y 25 de frente, y su orientación este, se incorporan dos patios para asegurar este propósito: uno al aire libre, al fondo del solar, y otro cubierto, en el borde norte. El segundo de ellos adquiere cierto protagonismo por la presencia de las cajas acristaladas de las salas de reuniones, que vuelcan sobre el vacío y sirven como prolongación del ámbito de trabajo. La distribución interior trata de liberar el máximo espacio central, y así las comunicaciones y aseos se concentran en el lado sur (vinculados a la medianera) y las salas y despachos en el resto del perímetro.

Otro de los problemas consistía en resolver todos los accesos desde la única fachada practicable. Para ello se adopta un esquema claro que distribuye los flujos en paralelo, agrupándolos en dos zonas: una privada para canalizar el tráfico peatonal y rodado, y otra pública y comercial, para la tienda y el puesto de información. Esta pieza severa y sobria se muestra a la calle como un reclamo publicitario; la caja, de acero y vidrio, destaca por su iluminación interior, con un muro de butiral blanco retroiluminado, y su geometría, que sobresale sensiblemente del paño exterior.

Cortesía vecinal

La fachada trata de integrarse en el entorno empleando proporciones similares a las tradicionales del ensanche y respetando las alineaciones vecinas mediante el juego de dos planos constituidos por un lienzo vítreo y de piedra blanca de Murcia. En cambio, la opuesta ofrece una solución más tecnológica, con unos toldos de protección solar de fibra de vidrio que describen un orden continuo y encuadran las vistas hacia las oficinas y el patio cubierto. Por otra parte, en los interiores, el edificio quiere contar cómo se ha construido y a su vez poner en valor los materiales; tanto en el tratamiento de los suelos como en el de los paramentos verticales, las calidades están en función de los usos, pero el empleo mayoritario de paneles de melamina de haya confiere a los espacios un carácter cálido y unitario, y colabora, una vez más, en uno de los principales objetivos del proyecto: la transmisión natural de la luz.