El encargo consistió en el diseño de un restaurante que representara la singularidad de la capital peruana y, al mismo tiempo, empleara elementos que pudieran ser replicados en futuros locales. Inspirado por las condiciones espaciales resultantes del clima único de Lima y por la introversión típica de las casas virreinales y prehispánicas, el conjunto se divide en cinco volúmenes dispuestos en los límites de la parcela generando una suerte de ciudadela en torno a un patio irregular. A pesar de su apariencia masiva exterior, se trata de un espacio fluido en el que los interiores se abren completamente al recinto intermedio, diluyendo por completo los límites entre el dentro y el afuera. Todos los cuerpos que componen el complejo responden a la misma modulación: una planta cuadrada de seis metros de lado por 5.40 m de alto. Cada uno de ellos aloja un uso y una atmósfera particular de experimentar el acto de comer en un restaurante. El primero alberga una tienda y espacios para comidas informales, el segundo ofrece tableros alargados para compartir la experiencia con desconocidos, el tercero presenta una configuración clásica con mesas separadas para cuatro comensales, el cuarto está equipado con una barra y mesas altas y, por último, el quinto acoge un comedor reservado…[+]