La vertiente norte de la sierra de Collserola, en el Vallés Occidental, viene absorbiendo desde hace años la expansión de la gran urbe, convirtiéndose en un área residencial a una veintena de kilómetros de Barcelona, con la que se conecta mediante una densa red de infraestructuras viarias. Bellaterra es un característico enclave mediterráneo, escarpado y cubierto de pinares, y el emplazamiento de la casa ofrece unas vistas excelentes sobre este territorio accidentado y periférico.

En una parcela trapezoidal, encajado longitudinalmente en el terreno, se plantea un volumen prismático de 25 metros de longitud por 8 de anchura y 5,5 metros de altura, que se relaciona con el exterior a través de dos ‘espacios intercambiadores’ excavados respectivamente en los dos frentes largos del cajón. El primero, que funciona como intercambiador infraestructural entre el viario y el espacio doméstico, consiste en un vestíbulo con paredes de vidrio (U-glass) al que se accede directamente en coche. Un quitamiedos de autopista pone el punto final a la secuencia rodada, y el vehículo ocupa de esta manera un lugar central en la casa. El portón deslizante de vidrio translúcido que cierra este espacio, así como su visión desde las principales estancias vivideras refuerzan su carácter de ‘garaje domesticado’. El segundo ‘intercambiador’, un porche alargado con revestimiento de madera, se abre frontalmente hacia el paisaje del Vallés, con el Montseny al fondo, relacionándolo con el espacio habitado. Los lados cortos del prisma están completamente acristalados, prolongando lateralmente el cuerpo de la casa hacia el jardín, en el que se coloca una piscina protegida por el terreno. Exteriormente, por delante de la piel de fibrocemento que conforma las caras ciegas del cajón, sin llegar a tocarla, se ha dispuesto un bastidor metálico cubierto de malla de acero, por donde ya crece la vegetación que va a dotar al edificio de un aspecto cambiante según las estaciones del año: un interfaz vivo para esta casa-intercambiador...[+]