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Torres de España. Iconos optimistas del poder económico, los rascacielos están adquiriendo nuevos valores para adaptarse a las demandas ecológicas y sociales de los modelos urbanos verticales. Cuatro artículos analizan presente y futuro del desarrollo en altura de las ciudades, la proliferación de torres diseñadas por arquitectos españoles en el país y en el extranjero, y examinan comparativamente las estructuras de dos obras en Barcelona y las fachadas de los cuatro rascacielos recién inaugurados en Madrid.
Sumario
Iñaki Ábalos
Verticalismo
Vicente Patón
La senda de los gigantes
Robert Brufau
Cáscara y voladizo
Ramón Araujo
Vestidos de altura
Diez proyectos nacionales. Tanto en el frío norte de la Península como en el cálido sur, las ciudades españolas se adhieren al crecimiento vertical con proyectos residenciales o de oficinas que modificarán sus perfiles si las circunstancias financieras lo permiten. Esta fértil reproducción de torres en el país se ilustra con un hotel helicoidal en Gijón; un cuerpo vítreo en Bilbao; un coloso de oficinas precisas y una pareja antagónica en la Fira de L’Hospitalet; una delgada pantalla en Barcelona; un orgánico diseño en Madrid; un conjunto de bloques ortogonales en Málaga; dos volúmenes en Sevilla —uno de planta elíptica y otro serpenteante— y un dúo de cilindros epigráficos en Cádiz.
Alturas de Madrid. En los terrenos que ocupaba la Ciudad Deportiva del Real Madrid, al norte de la capital, acaba de completarse un conjunto de rascacielos que, bajo el nombre de Cuatro Torres Business Area (CTBA), constituirá un nuevo centro de negocios para la ciudad. Está formado por la torre de cajas apiladas del despacho británico, el esbelto volumen negro del estudio español, el prisma facetado del arquitecto de origen argentino y el escultórico edificio aeroespacial del equipo norteamericano.
FOA/Zaera y Moussavi, Gijón
Pelli Clarke Pelli, Bilbao
Mangado, L’Hospitalet
Ito y b720, L’Hospitalet
Perrault, Barcelona
Estudio Lamela, Madrid
Alonso y Balaguer, Málaga
Pelli Clarke Pelli, Sevilla
SV60, Sevilla
De La-Hoz, Cádiz
Norman Foster
Torre Caja Madrid
Rubio y Álvarez-Sala
Torre Sacyr-Vallehermoso
Pelli Clarke Pelli
Torre Cristal
Pei Cobb Freed
Torre Espacio
Argumentos y reseñas
Bienales italianas. La Manifesta 7 concentra en Bolzano las obras más recientes del arte contemporáneo europeo y la XI Bienal de Arquitectura de Venecia explora las parcelas más conceptuales del ejercicio de proyectar.
Arte / Cultura
Juan Antonio Ramírez
Restos y almas
Richard Ingersoll
Arquitectura ‘povera’
Colecciones visuales. Dos exposiciones reflexionan acerca de la naturaleza de la fotografía; en Barcelona se presenta un ingente archivo de imágenes documentales y en Madrid se muestran varias perspectivas sobre la vida urbana.
Jaume Vidal Oliveras
El registro infinito
Elena Vozmediano
Miradas superpuestas
Relaciones personales. Una extensa biografía de Le Corbusier y la publicación de diez cintas de entrevistas a Philip Johnson descubren inesperadas facetas del autor de Ronchamp y reveladoras anécdotas del pope neoyorquino.
Historietas de Focho
Paul Andreu
Autores varios
LibrosÚltimos proyectos
Tres obras de Siza. Firme seguidor del proyecto moderno, el arquitecto portugués conserva su distintivo estilo en la pureza de líneas, la atención al contexto y la monocromía. Tres ejemplos confirman estas afinidades: un museo situado en una antigua cantera en Brasil, una biblioteca ortogonal con vistas al río Lima y una bodega prismática en el silencioso paisaje de Degolados.
Técnica / Diseño
Abrazo lusitano
Museo, Porto Alegre
Contenido elevado
Biblioteca, Viana do Castelo
Vino blanco
Bodega, Campo Maior
Para terminar, la cárcel de Carabanchel, uno de los mayores emblemas de la represión franquista, y su gran cúpula, singular ejemplo de arquitectura panóptica, han sido demolidas a pesar de la fuerte oposición ciudadana. Por las mismas fechas, la cúpula cavernosa pintada por Miquel Barceló en la sede de la ONU en Ginebra desataba la polémica por su desmedido coste.
Productos
Decoración, calor
Resumen en inglés
Towers of Spain
Juan Antonio Ramírez
Cúpulas pintadas
Luis Fernández-Galiano
El vértigo vertical
Se rematan las torres y se desploman las bolsas. La culminación del Burj Dubai coincide con el estallido de la burbuja inmobiliaria del Golfo, mientras en España la terminación de las cuatro torres de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid se produce de forma simultánea al derrumbamiento de los índices bursátiles. Al igual que en otros momentos históricos, la erección de obras en altura va acompañada de la deflación de las expectativas económicas. Así, la Gran Depresión iniciada en 1929 se vio marcada en el perfil de Nueva York por la finalización del Chrysler y del Empire State, y ese mismo año se inauguraría en Madrid el edificio de la Telefónica, el primer rascacielos europeo. De nuevo, la crisis del petróleo de 1973 socavó la bonanza económica al tiempo que se terminaban las torres del World Trade Center y la torre Sears de Chicago, que serían sucesivamente los edificios más altos del planeta, y cuando la crisis golpeó a España unos años más tarde, la finalización en Madrid del Edificio Windsor y de la torre del Banco de Bilbao señalarían el momento económico más difícil de la Transición. En 1996, el pinchazo de la burbuja asiática tuvo su correlato arquitectónico en la terminación en Kuala Lumpur de las Torres Petronas, otra vez un récord de altura coincidente con una crisis, y ese mismo año se inauguraron en la capital española las torres KIO, cuya paralización en 1993 fue un símbolo del declive económico y el desánimo social durante esa etapa de la democracia.
Hoy, el Burj Dubai lleva a los emiratos el techo del mundo mientras la crisis financiera arrastra las economías hacia la recesión, y en nuestro país las torres madrileñas vuelven a ser decorado de un escenario inquietante, donde los enredos político-empresariales se trenzan alrededor de una crisis internacional agravada aquí por el colapso inmobiliario: los forcejeos en torno a Caja Madrid, que adquirió su torre a Repsol, se enmarañan con los esfuerzos de los bancos liderados por el Santander para salvar a Sacyr-Vallehermoso —propietaria de otra de las torres— mediante la venta de su participación en la compañía energética a la rusa Lukoil, mientras las aseguradoras, como la Mutua Madrileña propietaria de la tercera torre, se tientan la ropa ante los residuos tóxicos de la crisis hipotecaria, y las constructoras, como la OHL dueña de la cuarta torre, se esfuerzan en afrontar el desplome del sector inmobiliario. En este marco de intereses cruzados e intrigas subterráneas, las cuatro torres —en lugar de representar la pujanza española y las ambiciones de Madrid—, acaban siendo un emblema de las corporaciones cuyo comportamiento irresponsable ha llevado en todo el mundo a rescates por parte de los estados.
Es fácil entender los motivos por los cuales tantos gigantes bancarios y empresariales prefieren la discreción de los campus antes que la visibilidad vigorosa de los rascacielos. Así ocurrió con el Santander, que encargó a Kevin Roche su ciudad financiera en Boadilla del Monte, y así sucederá en el caso del BBVA, que acaba de presentar el proyecto de Herzog y de Meuron para un campus madrileño que reemplazará como sede a la torre levantada por Sáenz de Oíza en Azca; así ha pasado también con Telefónica, que ocupa ya el campus diseñado por Rafael de La-Hoz, y así ha procedido Repsol, que ha encomendado su sede horizontal al mismo arquitecto. Sólo las cajas parecen reclamar una presencia urbana diferente, y lo mismo que la Caixa modificó el perfil de Barcelona con los hitos verticales de empresas de su grupo como Agbar o Gas Natural, Caja Madrid aspira a las alturas, y pronto trasladará su logo desde una de las torres KIO hasta la que está terminando Norman Foster en la Ciudad Deportiva. Pero las cajas no cotizan, y su condición de bancos semipúblicos les autoriza extravagancias como la que propone Cajasol con un rascacielos más alto que la Giralda frente al casco histórico sevillano.