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Ladrillo visto. La cerámica ha perdurado como elemento constructivo esencial durante todo el siglo xx, abandonando progresivamente sus tradicionales funciones de muro de carga para adquirir las de cerramiento primero y protagonizar las de revestimiento y acabados en la actualidad. La aplicación de las últimas tecnologías a este material refuerza sus cualidades —ligereza y gran resistencia—, y deja campo abierto a nuevos usos. Tres expertos analizan e ilustran con obras diversas (incluyendo algunas propias) el pasado monumental, el presente vigoroso y el futuro optimista de este material ecuménico.
Sumario
José Ignacio Linazasoro
Tierra en forma
El ladrillo a lo largo del siglo xx
Eduardo de Miguel
Pieles de porcelana
Actualidad de la arcilla cocida
José María de Churtichaga
Estructura y textura
El futuro de la cerámica
Tema de portada
Material versátil. En un recorrido que avanza de lo sagrado a lo profano, de la veneración de las ruinas a la mística contemporánea del consumo, las seis obras seleccionadas muestran la adaptabilidad del ladrillo a distintos contextos. Se emplea en el museo diocesano de la ciudad renana para hacer dialogar la nueva arquitectura con los viejos muros; en un pabellón multiusos en el norte de Portugal para moldear sus masas rotundas; en una residencia de personas con discapacidad intelectual en Zamora para envolver por completo sus volúmenes; en unos bloques prismáticos de apartamentos en Holanda para evocar una antigua fábrica; en un complejo vitivinícola en Suiza para reproducir en su fachada racimos de uvas; y en una gran superficie comercial en la zona asiática de la capital de Turquía para fundir paisaje vegetal y paisaje cerámico.
Arquitectura
Peter Zumthor
Museo Kolumba, Colonia
Álvaro Siza
Pabellón deportivo, Gondomar
De Lapuerta y Asensio
Centro integral, Carbajales
Jo Janssen
Viviendas, Maastricht
Bearth y Deplazes
Bodega, Fläsch
FOA/Zaera y Moussavi
Centro comercial, Estambul
Argumentos y reseñas
Francia fuerte. Mientras Jean Nouvel recibe el premio Pritzker por una carrera profesional que trasciende los límites de su país, Dominique Perrault es objeto de una exposición retrospectiva en el Centro Pompidou de París.
Arte / Cultura
François Chaslin
Nouvel, un destino francés
Luis Fernández-Galiano
Perrault, ‘géométrie’ y ‘finesse’
Mundos emergentes. Los ganadores de la última edición de los premios Aga Khan apuestan por la sostenibilidad; en Suráfrica, el legado espacial del apartheid sigue presente: tres museos explican el ominoso pasado del país.Mohsen Mostafavi
Urbanidad islámica
Iain Low
Memoria de la segregaciónUtopías a examen. Cuarenta años después de los acontecimientos de mayo del 68, la globalización y la crisis ecológica contemporáneas parecen imponer las arquitecturas de la necesidad sobre las arquitecturas del deseo.Historietas de Focho
Carme Pinós
Autores varios
LibrosÚltimos proyectos
Madrid, más museos. En el paseo del Prado se ha completado la milla artística de la capital con dos estrenos en ladrillo: el edificio CaixaForum, que transforma una antigua central eléctrica frente al Jardín Botánico en un centro social y de arte; y la ampliación del Museo del Prado, que incorpora en sus nuevos espacios el claustro renacentista de la iglesia de los Jerónimos.
Técnica / Diseño
Herzog y de Meuron
Naturaleza leve
Edificio CaixaForum, Madrid
Rafael Moneo
Luz en el claustro
Ampliación del Prado, Madrid
Para terminar, el ladrillo es uno de los materiales más arraigados en la tradición arquitectónica española: ha configurado la textura de nuestras ciudades desde las construcciones romanas e islámicas hasta el racionalismo de inicios del siglo XX. La combinación de la herencia histórica con las lecciones modernas asegura su pervivencia en las obras contemporáneas.Productos
Revestimientos cerámicos
Resumen en inglés
Exposed Brick
Luis Fernández-Galiano
España cerámica
Luis Fernández-Galiano
Ladrillo visto
El fuego y la geometría humanizan el barro. En el relato del Génesis, el cálido aliento divino anima la materia inerte; en la cocción del horno, el aire ardiente dota de perfil definitivo a la materia informe. Bíblico o cerámico, el tránsito de lo crudo a lo cocido es un umbral civilizatorio que insufla vida a través del calor y la forma; al cabo, la combustión y el orden son señales seguras de habitación humana. A esa gravitas mítica y arcaica, el ladrillo añade su dimensión antropológica: «pieza prismática de barro cocido que puede manejarse con una sola mano». La vieja definición de los manuales introduce el tamaño del cuerpo que manipula, y esta irrupción ergonómica del sujeto constructor humaniza un universo geométrico modulado al servicio del aparejo y la llaga: el pie de ladrillo con el que aún calibramos grosores de fachada es un residuo luminoso de un mundo que se medía con palmos y con codos porque se construía con brazos y con manos.
Ese ladrillo antrópico es también la célula prismática de las obras cerámicas, y el control dimensional de sus fábricas la prueba del rigor de su proyecto. De los muros a las bóvedas de las cubiertas, y de los pavimentos a los alicatados, la exacta modulación de ladrillos, baldosas y azulejos ha sido el papel tornasol de esa construcción húmeda que aspiraba a la precisión industrial de la ejecución en seco, reconciliando la seducción táctil de la tierra horneada con los placeres intelectuales del orden visual. Pese a este esfuerzo de redención estética y técnica, la construcción cerámica sufrió el desafecto de la modernidad doctrinaria, y elementos tan depurados como la bovedilla aligerada —que en combinación con la semivigueta producía forjados de admirable economía y facilidad de ejecución— o la teja árabe —modelada sobre el muslo del artesano, y exquisitamente versátil en su geometría solapada de canales y cobijas— se convirtieron en emblemas del atraso.
Hoy, el ladrillo se asocia a la especulación inmobiliaria y a la construcción desaforada, en un vértigo de mala prensa que ilustra juguetonamente el trabalenguas infantil «España está enladrillada, ¿quién la desenladrillará?», y con una difusión peyorativa del término que se aplica incluso a obras artísticas o literarias censurables por su excesiva extensión y escaso atractivo. Pero la explosión de la construcción residencial y la simultánea devastación del territorio se ha detenido súbitamente como consecuencia de la crisis financiera que se inició en el verano de 2007, provocada en sus orígenes por las hipotecas basura norteamericanas y que ha afectado al conjunto del sistema bancario a través de opacos mecanismos de reparto del riesgo que ni las agencias de rating ni los organismos supervisores supieron controlar, con el resultado de una crisis del sector inmobiliario que no está desenladrillando el paisaje, pero sí creando paro y frenando el crecimiento económico.
Con todo, la arquitectura tiene una relación intemporal con el ladrillo que no puede quebrantarse ni por los desplantes modernos ni por el actual desplome de prestigio: el romance con la cerámica sobrevivirá tanto en su faceta más arcaica y esencial como en los nuevos usos de ese material eterno, que transmutan lo modesto en lujoso y lo artesanal en sofisticado, reinventado el ladrillo para el siglo XXI. Los arquitectos seguirán usando la cerámica en su viaje a los orígenes y en su exploración del futuro, pero en esta conexión no faltará un elemento de dolor autoinducido vinculado a la extensión unánime de esos prismas herméticos. Como bien sabe la cándida Krazy Kat, un ladrillo es una declaración amorosa, y el arquitecto persigue la belleza con un ladrillo en la mano; pero el empeño del tenaz Ignatz Mouse tropieza siempre con la autoridad celosa de Offissa Pupp, y la sociedad enladrillada señala acusadoramente al enamorado lanzador de ladrillos.