Tras una carrera de cerca de treinta años, Jean Nouvel acaba de obtener el Pritzker. Es el segundo arquitecto francés que recibe esta distinción, después de Christian de Portzamparc en 1994. Ambos son encarnaciones perfectas de un cierto espíritu francés de la arquitectura: el primero por su elegancia, el segundo por su carácter arisco. No son ni las filiaciones personales de Nouvel (que se han deslizado por los márgenes, fuera de las estructuras establecidas), ni un cartesianismo cualquiera lo que me parece que lo vincula a esta ‘francesidad’, sino la brillantez polémica y la dimensión política que sostienen muchas de sus intervenciones. Nouvel se une a una cierta tradición nacional, la del intelectual, aunque se trate de una figura que en su caso, como en el de la mayoría de artistas, así como en numerosos profesores universitarios y de intelectuales en el sentido habitual de la palabra, se ve bastante enturbiada en nuestros días por los venenos de la notoriedad, del show-business, de los medios de comunicación y el poder inexorable del mundo comercial... [+]