Cuando apenas faltan tres años para el cincuentenario profesional de Richard Rogers, aparece el tercer y último volumen consagrado a la obra completa del arquitecto británico, culminando la ambiciosa monografía desarrollada por el periodista y crítico de arquitectura Kenneth Powell.

En el primero de estos volúmenes, publicado por primera vez en 1999, Powell hace un retrato del Rogers emergente de las décadas de los sesenta y setenta. Fueron éstos los años de sus primeros proyectos en el seno del Team 4 junto a Norman y Wendy Foster y a su propia mujer Sue, con frutos como el emblemático edificio Reliance Controls (1967). Pero también son éstos los años en los que, junto a un joven Renzo Piano, encontraría el reconocimiento internacional gracias al parisino Centro Pompidou (1971-1977). Poco tiempo habría de transcurrir para la emancipación de Rogers, posible gracias a un proyecto seminal de la ‘nueva arquitectura británica’ que habría de surgir en la década de los ochenta: el edificio Lloyd’s de Londres (1978-1986). Con esta obra esencial daría comienzo la trayectoria de Richard Rogers Partnership, de la que dan cuenta exhaustiva los tomos II y III de la monografía.

Si los años noventa, recogidos fundamentalmente en el segundo de los volúmenes, son los de las grandes obras internacionales, como el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo (1989-1995), lo son también de los primeros planes urbanos a gran escala y del inicio de una preocupación por la sostenibilidad medioambiental y la eficacia energética que habrían de acompañar la carrera de Rogers hasta el día de hoy.

El tercer tomo, por su parte, hace un repaso sistemático de la obra más reciente del arquitecto, destacando, por la abundante documentación gráfica empleada en su descripción, el conocido proyecto para la Terminal 4 del madrileño Aeropuerto de Barajas (1996-2005), edificio galardonado con el premio Stirling en 2006.

La publicación se cierra con los futuros proyectos para el nuevo milenio, no sin antes dedicar un interesante capítulo a la intensa actividad política de Rogers, especialmente relevante en una trayectoria de firme compromiso con la arquitectura y con la ciudad. En este sentido, Powell subraya la estrecha colaboración, no siempre exenta de crítica, entre Richard Rogers y Ken Livingstone, veterano alcalde de Londres, una capital que acoge una parte muy significativa de la obra construida de este arquitecto.

Todo ello hace de ésta una monografía generosa en lo gráfico y en lo biográfico, que no renuncia, pese a lo abrumador de la producción arquitectónica, a una esforzada labor de contextualización histórica de la carrera de Rogers, acercándonos aspectos íntimos de su vida y de su entorno. Significativamente, son las imágenes, croquis y dibujos a mano alzada aquí los protagonistas, siendo muy superiores en número a los documentos de carácter técnico y de detalle. Probablemente es éste un modo de acentuar, contradiciendo la aparente frialdad tecnológica que domina parte de su producción, el carácter más humano y personal de la obra de este arquitecto merecedor en el año 2007 del premio Pritzker de arquitectura.