El edificio se emplaza en el límite entre la zona residencial del puerto deportivo del municipio de Ibiza y un área de terrenos inundables y de cultivo. El contexto urbano presenta un panorama heterogéneo, donde las edificaciones destinadas al ocio y al uso turístico conviven con bloques de viviendas y apartamentos de uso vacacional. Un paisaje sin orden aparente resuelto a partir de volumetrías aisladas de imágenes dispares.

El proyecto pretende huir de lo que representa el entorno inmediato y construir un edificio cuya identidad se vincule al clima y al modo de vida de la isla. Se inspira así en las casas payesas ibicencas, como ejemplo de arquitectura que responde al lugar: muros blancos y aberturas controladas con protecciones solares, porches y espacios de sombra. Construcciones que se perciben volumétricamente como una suma de pabellones concatenados, debido a su crecimiento en el tiempo según las necesidades espaciales de sus habitantes. Esta manera de construir apilando, sumando, añadiendo módulos según las necesidades programáticas de una vivienda se toma como referencia y punto de inicio para el desarrollo de la propuesta. Para cumplir la normativa urbanística, el edificio debe quedar inscrito en una envolvente piramidal cuyo contorno se determina en función de su altura y distancia a medianeras. Esto explica algunos de los edificios-pirámide de la zona.

El volumen construido se aproxima en lo posible a esa envolvente máxima con el objetivo de liberar un vacío en el corazón del edificio. Se genera así un espacio interior que respira en varias direcciones a través de huecos enlazados, patios y porches, al tiempo que organiza las áreas de uso comunitario, de circulación, de relación y de acceso a las viviendas que lo envuelven. Debido a la proximidad del nivel freático a la superficie, y a fin de evitar excavaciones y plantas soterradas, se decide ubicar el aparcamiento en planta baja.

Los diferentes tipos de vivienda se generan a partir de un módulo-base de medidas cuadradas —estar/comedor/cocina—, al que se adosan otros módulos menores —módulo extensión para la sala o módulos que contienen dormitorios y zonas húmedas—.

Las distintas combinaciones de estos módulos según el número de dormitorios requerido dan lugar al catálogo de viviendas utilizadas para construir el edificio. Un total de 19 unidades de vivienda se distribuyen entre las cinco plantas superiores. Todas ellas cuentan con al menos dos orientaciones diferentes, lo que garantiza una correcta iluminación, asoleo y ventilación cruzada natural. El edificio cuenta con la máxima calificación energética (clase A).

Estas viviendas sociales en Ibiza, del estudio Ripoll Tizón, han sido distinguidas en la categoría Arquitectura de los XXI Premios de Cerámica ASCER.