Como tantas otras localidades del País Vasco, Urretxu, en Guipúzcoa, está formada por una sucesión de naves industriales y caserío de gran densidad que se agolpa a lo largo del valle, manteniendo intactas las cumbres arboladas de los montes que la rodean. Trepando por la ladera escarpada, en un solar que salva un fuerte desnivel entre dos calles, una casa pareada se despega del suelo, elevándose por encima de los tejados circundantes para buscar las vistas lejanas del monte Txindoki.

Evitando enfrentarse a un terreno difícil y que sólo podía deparar dificultades, el edificio se desliga de éste, posándose en una plataforma artificial que se eleva sobre pilares. El volumen por tanto parece flotar, olvidando la tierra y potenciando su relación con el aire y con el cielo. El prisma propuesto adopta así la línea de cornisa a 12 metros de altura que impone la normativa, y avanza sobre el muro de contención para poder acomodar el programa requerido. La casa es un tubo que se cierra en sus laterales para ignorar la proximidad de sus vecinos, abriéndose al paisaje en sus frentes largos. Un patio perfora la casa y proporciona privacidad al escaso espacio libre del que dispone la parcela. A salvo de miradas ajenas, la vida doméstica discurre alrededor de este vacío tan poco frecuente en climas lluviosos y poco soleados, bañada por la luz difusa que incide a través de los generosos paños acristalados que separan el interior del exterior. Cada una de las viviendas adopta un esquema en C, tanto en la planta baja —donde el tendedero y un aseo se enfrentan a la amplia estancia del salón— como en el nivel superior —donde una galería abierta une los dos dormitorios de los hijos con la habitación principal—. Un espacio de doble altura flanquea el patio por el sur para comunicar visualmente el salón con la pasarela de la primera planta, estableciendo un paralelo al interior con el vacío del patio.

La elección del sistema constructivo estuvo implícita en la misma idea que dio origen al proyecto. La estructura portante adopta así un esquema arbóreo que, a medida que se separa del suelo, aumenta la superficie en planta a base de codos, ménsulas y barras dispuestas en diagonal. Los forjados de chapa colaborante y un sistema de cerramiento ligero de montaje en seco acortaron los plazos de ejecución e hicieron posibles los sucesivos voladizos. La chapa de zinc trasdosada al interior con paneles de cartón-yeso cierra las fachadas laterales, mientras el vidrio plementa los alzados de mayor desarrollo, con piezas de vidrio translúcido en aquellas estancias que requieren mayor intimidad.