En la región de Maharashtra, en el centro de la India, no lejos de la ciudad de Satirje, y sobre un terreno casi yermo, se levanta esta casa apaisada cuyo contacto íntimo con el suelo parece sugerir la presencia de alguna desconocida fuerza telúrica. Una cerca de muros de basalto aparejados a la manera tradicional protege del viento y del sol el interior de un patio donde se sitúan una serie de pabellones rodeados de dos estanques y de un jardín que crean de una manera natural un amable microclima. Construidos con un entramado ligero de madera rigidizado por los propios muros de piedra, los pabellones se disponen perimetralmente, y se modelan espacialmente mediante un juego de diferentes alturas que responde tanto a las necesidades del programa como a la voluntad de buscar las vistas sobre el horizonte y las colinas cercanas, matizándose de este modo el carácter introvertido de la casa.

En la disposición de los pabellones se han tenido asimismo en cuenta algunas estrategias bioclimáticas sencillas y utilizadas con naturalidad en la construcción vernácula: los espacios vivideros se abren a la brisa del sureste y se protegen del sol y de las precipitaciones monzónicas; los estanques, por su parte, sirven para almacenar el agua de lluvia. Los muros y el suelo se han pigmentado con un color ocre: el mismo que adopta la precaria hierba que crece en el lugar cuando se seca en verano.