El estudio del artista inglés Antony Gormley está situado al norte de la céntrica estación King’s Cross de Londres, entre edificios industriales, grandes almacenes de mercancías y vías férreas. El proyecto aspira a crear un espacio diáfano y luminoso, capaz de acoger las diferentes facetas de la actividad creativa del artista, que abarca disciplinas como el dibujo, la pintura, la escultura, el soldado, el moldeo o la fotografía.

Gormley, artista galardonado con el premio Turner y cuyo trabajo ha sido expuesto en galerías y museos de todo el mundo, es el creador de algunas de la obras escultóricas más reconocibles y de mayor ambición de las dos últimas décadas, con ejemplos como Field, The Angel of the North, o Quantum Cloud, sobre el río Támesis en la ciudad de Greenwich. Motivado por el creciente interés por su trabajo, Gormley precisaba de un lugar lo suficientemente amplio para acoger grandes instalaciones y que al mismo tiempo tuviese un carácter lo bastante íntimo y personal como para poder concebir en él sus proyectos artísticos futuros. El edificio consigue satisfacer ambas aspiraciones gracias a un diseño que tiene como mejor referente la arquitectura industrial típica del lugar. Tanto el reconocible aspecto de su cubierta inclinada como la uniforme luminosidad de sus espacios interiores son elementos distintivos del proyecto.

Situado en la parte de atrás del solar, el acceso al estudio propiamente dicho se realiza atravesando un gran patio trasero, espacio que puede ser también utilizado para el ensamblaje de piezas de gran formato al aire libre. Para ceder todo el protagonismo a las esculturas, la arquitectura se configura como un ejercicio de contención constructiva. La característica silueta del taller se subraya con una escueta fachada de enfoscado, dividida en paños verticales mediante acanaladuras metálicas que evitan las fisuras de retracción. Para no competir con la abundante iluminación cenital y favorecer la concentración, las ventanas son escasas y constan de una sola hoja de vidrio que puede ocultarse a voluntad en el interior del muro. Los suelos se pavimentaron con hormigón pulido y las carpinterías de puertas y ventanas se han realizado con chapa galvanizada, el mismo material empleado en las dos escaleras que unen el patio con la planta alta, donde se sitúan los espacios de carácter más doméstico.

El edificio, que hace las veces tanto de taller de trabajo como de pequeña galería de exposiciones, se presenta como el mejor exponente de la colaboración posible, a medio camino entre la sensibilidad y el pragmatismo, entre arquitecto y artista.