El proyecto forma parte de la renovación urbana de la 798 Art Zone de Pekín. En origen, el enclave estuvo ocupado por un almacén industrial abandonado que desde 2014 comenzó a utilizarse como museo de arte. La dirección del museo decidió renovar la fachada y la entrada del edificio, tanto para mejorar el acceso como para darle a la institución una imagen urbana más reconocible.

La estrategia principal consistió no tanto en reformar la fachada preexistente cuanto en añadirle una nueva capa ligera y transparente, a través de la cual los visitantes puedan intuir la historia del edificio y leer los detalles del pasado de la ciudad. Partiendo de esta premisa, la intervención se llevó a cabo en sólo cuarenta días, una velocidad favorecida por la ligereza de la solución constructiva a base de malla autoportante de acero galvanizado, cuya translucidez y reflectancia ayudaron, por otro lado, a que la entrada del museo se convirtiera en una realidad mucho más vibrante.

Junto con la fachada, se renovó el cinturón verde que quedaba embolsado al otro lado de la calle. Este espacio se abrió para dar paso a un pequeña plaza cubierta con una pérgola construida con el mismo material de la entrada. Todo ello con el objetivo de dar continuidad al espacio que rodea al museo.