Como tantas otras en el país, la provincia de Shanxi, situada en la meseta norte de China, experimentó un crecimiento urbano muy rápido que se tradujo en la destrucción del contexto en el que una vez tuvo lugar la vida cotidiana de sus habitantes. Concebido como una dotación cultural pública, el Museo de Arte de Changjiang —inserto en la localidad del mismo nombre— intenta dar una respuesta contemporánea al difícil lugar donde se ubica, evocando las huellas y la atmósfera humanas del pasado.

Situado en el extremo sur de un nuevo barrio residencial, el museo responde a la pregunta de cómo una dotación puede funcionar como un nexo de unión entre la comunidad local y la ciudad. La respuesta viene dada por el modo en que se trabaja la huella del edificio; la esquina suroeste se refuerza para colocar en ella una escalera exterior que conecta con el nivel de la calle y lleva al museo a través de una terraza abierta que en el segundo nivel funciona como una plaza elevada con un patio y árboles, lo cual incorpora el museo a la vida urbana: una conexión con lo público que se refuerza gracias a una pasarela tendida sobre la calle, que resulta independiente de los circuitos propios del museo. Así, todo el sistema da respuesta tanto a las necesidades de los visitantes del museo como a las de la comunidad local.