El restaurante está situado detrás de una biblioteca de los mismos arquitectos, muy cerca del mar. Desde el principio, el proyecto intentó dar con la manera más adecuada de relacionar el nuevo edificio con el volumen masivo de la biblioteca preexistente. La idea fue que, a diferencia de lo que ocurre con la biblioteca —donde el mar funciona como un foco visual inmediato—, los usuarios del restaurante pudiesen contemplar el horizonte marino de una manera sutil, casi inadvertida, mientras comían o cenaban.

Desde el punto de vista compositivo, los árboles del restaurante se entrelazan en los patios; la arquitectura aparece como una especie de dosel adireccional que flota sobre el paisaje ondulado; y el espacio del comedor se anima con el parpadeo de las luces y las sombras, para dar pie a una relación indirecta entre el interior y la naturaleza. Por su parte, los tres patios interiores arbolados aportan luz y ventilación naturales al restaurante, al mismo tiempo que delimitan los espacios.

El edificio no tiene una entrada principal en sentido estricto. Una serie de puertas correderas de vidrio se coloca a lo largo de todo el perímetro, de suerte que, una vez abiertas, quiebran los límites entre el interior y el exterior, y facilitan el acceso directo de los usuarios al comedor.