En la Sierra de la Estrella, a 1.300 metros de altitud, el Sanatorio de los Ferroviarios se construyó en 1944 para acelerar la recuperación de los enfermos de tuberculosis gracias a los beneficios del sol y la naturaleza. Cuando los avances médicos dejaron obsoletas este tipo de instalaciones, el edificio se fue degradando progresivamente hasta convertirse en ruina.

El proyecto de transformación de este antiguo sanatorio en hotel y balneario —promovido por la Empresa Nacional de Turismo— no pretende crear un nuevo lugar sino afianzar los elementos existentes para conservar el mismo ambiente. Se busca que los visitantes sientan un déjà vu al estar frente a una construcción que insistió en permanecer en una geografía imponente.

El nuevo diseño se apoya, por tanto, en los dibujos del antiguo proyecto firmado por el arquitecto y cineasta portugués Cottinelli Telmo. Para superar el estigma que rodeaba la enfermedad, el sanatorio se concibió ya en su día como un hotel de montaña rodeado de naturaleza, evitando la imagen higienicista de un programa hospitalario. Esta visión romántica se tradujo en un estilo ecléctico que se conserva tras la rehabilitación. Las galerías de cura expuestas al sol se reabren para que la fachada principal recupere el contraste entre llenos y vacíos, se reproducen los mismos colores y se mantiene el sistema de mansardas conforme al proyecto original.

La estructura de hormigón armado existente no superó las pruebas de carga exigidas, por lo que se propuso su demolición y su posterior reconstrucción. Aunque pueda parecer pacífica, la transformación de la ruina en hotel fue compleja debido a la necesidad de aplicar la legislación vigente e introducir todas las instalaciones que requiere un edificio contemporáneo. Los dos grandes salones de la planta principal se transforman en bar y restaurante, con mobiliario y decoración de época. Por su parte, la planta baja —que antiguamente alojaba los laboratorios, las zonas de apoyo y la morgue— acoge ahora un balneario con piscina, sauna, baño turco y salas de masaje.

La distribución longitudinal en forma de peine permite que las habitaciones disfruten de vistas panorámicas de las montañas, que en invierno se cubren de nieve. Una serie de caminos recorren el jardín principal, diseñado siguiendo un patrón orgánico que armoniza con el entorno natural. En la parte trasera, la ladera se talla para situar el aparcamiento y las zonas de servicio de manera que se minimiza su impacto visual.