Con capacidad para dos mil espectadores, el nuevo centro deportivo de Alcázar de San Juan aspira a convertirse en un equipamiento capaz de operar a escala no sólo local sino también comarcal y regional. El proyecto busca el equilibrio entre un sistema constructivo ortogonal, que admita la prefabricación, y una envolvente sinuosa, con vocación de integrarse en su entorno.

En primer lugar, se interviene sobre la topografía existente, horadando la parcela en la dirección este-oeste para situar la pista por debajo del nivel del suelo. De esta forma, se reduce el impacto visual del edificio y la exposición al soleamiento, mejorando su comportamiento bioclimático. Sobre el vaciado del terreno, cuatro pilas de hormigón soportan dos pórticos de gran dimensión y éstos a su vez sostienen, en dirección perpendicular, un sistema de vigas metálicas limitadas por un zuncho curvo. La jerarquía y el tamaño de los elementos constructivos se oculta tras una cubierta entretejida que ilumina de forma cenital e indirecta la cancha y las gradas. 

La alternancia de llenos y vacíos desfigura el carácter repetitivo del entramado estructural y fomenta una cualidad textil que se transmite a la envolvente del edificio. La fachada, que por su permeabilidad actúa como filtro visual y climático, cuelga del borde de la cubierta, adquiriendo además una función estructural. El peso del cerramiento, que trabaja a tracción, equilibra los momentos flectores y contrarresta la luz de las vigas, lo que permite reducir el peso de la estructura principal. Siguiendo un patrón zigzagueante, una serie de escuadrías de madera laminada conforma la celosía curva que envuelve el edificio. Así, se evita la imposición de un orden jerárquico en las fachadas y se fomenta el carácter paisajístico del conjunto, naturalizando la relación del pabellón y su contexto.

Construidos de forma independiente, los graderíos se elevan sobre una serie de ménsulas de hormigón que liberan la planta baja. En el lado orientado hacia el Este, el zócalo bajo los asientos se cierra con paneles de vidrio, estableciendo una conexión visual entre la pista y el exterior, mientras que en el lado Oeste, el área entre las costillas estructurales se destina a salas de servicio, instalaciones y vestuarios. Gracias al corte en el terreno, el espacio central puede usarse en continuidad con los taludes vegetales, fomentando la flexibilidad funcional, diferenciando las circulaciones y generando accesos a distintos niveles. El resultado es una arquitectura permeable, con capacidad para albergar una gran variedad de eventos, que pone en valor la vocación pública y colectiva del conjunto.