A mitad de camino entre el centro histórico y la periferia, en un entorno residencial desdibujado donde la repetición sustituye a la jerarquía, eran escasas las posibilidades de encontrar una referencia externa para el proyecto. Y el nuevo auditorio no las busca; define el espacio para la música y el teatro que el programa demandaba a través de un orden interno que no obedece a su entorno físico, aunque necesariamente se inscriba en él.

Ocupando un solar con un desnivel de cinco metros entre uno y otro de sus extremos, el edificio rompe la lógica jerárquica que llevaría a situar la sala principal en la parte más alta y la entierra parcialmente, actuando lo construido como muro de contención. Las piezas auxiliares se disponen al fondo de la parcela y la gran sala domina el lugar, arrancando desde el punto más bajo de la parcela para alcanzar su mayor altura en el centro del conjunto. Los muros exteriores de hormigón, que han sido objeto de un tratamiento ornamental y poseen cierta cualidad textil, envuelven unos interiores generados a partir del encuentro de tres elementos: vestíbulo, salas y dependencias auxiliares.

El proyecto juega tanto con su definición material (el dibujo del hormigón le otorga una cualidad textil) y volumétrica como con las relaciones que se establecen entre interior y exterior, y entre espacios servidores y servidos.

Con una situación lateral respecto a las salas, el vestíbulo aloja el sistema de rampas que conectan las distintas cotas de éstas; no sólo es la espina dorsal del edificio, sino que se entiende como prolongación natural de la calle. Aquí, la textura rugosa del hormigón blanco que conforma los elementos estructurales tiene un contrapunto cálido en la madera que reviste suelos, paredes y pasamanos, y otro luminoso en las hileras de lámparas que cuelgan de la losa de cubierta. Una extensa celosía de lamas de hormigón, piezas de pizarra y vidrio actúa como fachada de este espacio de circulación y relación, separándolo de los patios correspondientes a las áreas complementarias —administración, cafetería, camerinos y almacenes—, agrupadas en la cara norte y organizadas en peine.

Una rampa que se ciñe a la topografía del solar conduce a la entrada. Desde el centro del conjunto y por encima de las cubiertas de las piezas auxiliares se eleva el volumen que aloja la sala principal.

La torre del escenario queda oculta tras una envolvente de hormigón de 40 cm de espesor, con un dibujo rehundido al exterior que en la cara principal lleva embebidas piezas rectangulares de pizarra adheridas con resina.

Con un aforo de 1.086 localidades, la sala principal, enteramente revestida de madera, puede acoger representaciones teatrales y conciertos: su concha acústica, una estructura desmontable con varias secciones, tiene en cuenta ambas configuraciones; y las butacas se disponen en una secuencia de bandas escalonadas, un eco de las cuales son las fisuras de luz artificial que rasgan el techo de suave curvatura. Con capacidad para 140 espectadores y unas condiciones acústicas especialmente diseñadas para la música de cámara, la sala más reducida se acomoda bajo la mayor, de forma que pueden compartir las cabinas de proyección y traducción, reduciendo al mínimo estas instalaciones.

Una celosía de lamas de hormigón y piezas de pizarra matiza la entrada de luz en el vestíbulo y lo separa de la banda de dependencias auxiliares, en forma de peine y con patios ajardinados.