Parroquia de Santa Ana, Madrid
Miguel Fisac 

Parroquia de Santa Ana, Madrid

Miguel Fisac 


Tras fallecer Anaick, su hija mayor, Fisac recibe por parte de monseñor Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcalá, y la empresa constructora Urbis el encargo de levantar un centro parroquial en el barrio de Moratalaz. En un solar residual con seis metros de desnivel y entre bloques residenciales en altura, la parroquia impone su presencia en la escena urbana con una geometría de segmentos curvos que acoge a la congregación ahora reunida en corro alrededor del sacerdote. El lucernario que ilumina el altar sobresale de una cubierta realizada con vigas huecas pretensadas de hasta 20 metros de luz que descansan sobre muros de carga de hormigón realizados in situ, que sirven de telón de fondo a las esculturas de José Luis Sánchez. Las amplias zonas ajardinadas abiertas que envolvían el conjunto hubieron de ser cerradas posteriormente.

«Es la primera iglesia que proyecté después del Concilio Vaticano II, un acontecimiento que cambió por completo el programa del templo. El Concilio Vaticano II impuso una relación más comunicativa entre los participantes del oficio religioso; el sacerdote debía celebrar la misa mirando a los fieles y hablar de forma que todo el mundo lo entendiera. Y esto tenía implicaciones acústicas muy importantes, porque en la mayoría de las iglesias había unas reverberaciones tremendas...Y como la acústica era un tema en el que me movía bien, tuve en cuenta que hasta una distancia de ocho metros, la reverberación refuerza la voz, pero si te alejas más ya hay interferencias. Si te sitúas a más distancia ya se distingue el sonido que emites del que la pared refleja, es decir, hay eco. En la iglesia de Santa Ana, como no quería poner materiales absorbentes, tuve que inventar unas formas que dispersaran las ondas; o sea, que las curvas del fondo lo que evitan es que el sonido vuelva por el mismo sitio. En cambio, los nichos curvos tras el altar responden ya a la liturgia. El altar aquí deja de estar concentrado en un solo punto para transformarse en un escenario litúrgico con varios focos, con un sitio para la liturgia de la palabra, otro dedicado a los comentarios del Evangelio que los hace el que preside la asamblea —que, por tanto, cuenta con un asiento—, un lugar para la consagración y otro para la reserva del Santísimo, o sea, que ahora la ceremonia tiene lugar a lo largo de un itinerario, y no, como sucedía antes, en un solo punto y una dirección.»

Fisac retoma este argumento en el colegio madrileño de la Asunción (1965)—donde ilumina la capilla del altar suprimiendo parte de las alas de las vigas—, la misión dominicana de Formosa (1966) y la iglesia de Santa Cruz en La Coruña (1967)... [+]