Edificio IBM, Madrid
Miguel Fisac 

Edificio IBM, Madrid

Miguel Fisac 


En el número cuatro del paseo de la Castellana, Fisac levantó para la compañía IBM uno de sus edificios con mayor vocación urbana. La protección frente al sol de poniente—toda una prioridad para la compañía, tras la experiencia con una de sus sedes americanas diseñada por Saarinen— lo llevó a tantear varias soluciones de brise-soleil horizontales, hasta decantarse por un elemento vertical de hormigón que se va contrapeando para evitar la radiación directa en el interior. Así, sobre un zócalo acristalado que mostraba al peatón los primeros ordenadores en funcionamiento, seis plantas de oficinas paisaje y un ático dedicado a cafetería y servicios anejos se ocultan tras un biombo permeable que se hace eco del ritmo vertical de las fachadas decimonónicas del corazón de Madrid.

«Un día vino a verme el presidente de IBM en España diciendo que querían que hiciera un edificio. A mí me extrañó muchísimo, porque clientes así no suele haber... Luego, al cabo del tiempo, me enteré de que desde Estados Unidos, la empresa le había pedido que confeccionara una lista de arquitectos posibles y, después de visitar lo que esos arquitectos habían hecho, me habían elegido. De manera que nos pusimos a buscar solares en Madrid para los que yo iba haciendo tanteos, hasta que Entrecanales les ofreció un terreno que estaban empezando a edificar al lado de la plaza de Colón con un proyecto que los americanos rechazaron, porque tenía un muro cortina a poniente que acumulaba mucho calor. Yo, para evitar este problema, propuse sucesivamente una solución convencional de toldo fijo y ventana con antepecho y otra disposición de cortinas verticales, hasta que finalmente decidí emplear los huesos en la fachada, para que no quedara ninguna ventana expuesta a poniente. Las piezas de hormigón dejan unas rendijas entre sí cuya superficie equivale en total a una novena parte de cada planta de oficina, con lo cual cumple perfectamente las exigencias de iluminación de una habitación corriente, pero sin que el sol incida directamente. De la misma forma cerré las otras fachadas, incluida la cara norte. Yo entonces colaboraba con Vicente Peirot, que me hacía las piezas huecas maravillosas, y le dije ¿te atreves a hacerme esto?; porque eran cáscaras de centímetro y medio de espesor que no las hacía cualquiera. Más tarde me lo copiaron en Abu Dabi pero en macizo y ¡pesaban una barbaridad!, era algo inconcebible; cada una tiene cerca de tres metros y mis piezas las podían colocar fácilmente entre dos hombres, porque eran muy ligeras al ir rellenas con un aislante térmico de pequeña bolitas de poliestireno expandido.»... [+]