El Guggenheim de Bilbao sirvió como catalizador para revitalizar la ría del Nervión y situa la capital vizcaína en el mapa cultural de Europa. Ahora, a tan sólo 125 kilómetros del museo, otra explosión de acero y titanio abre un nuevo horizonte en el futuro de la localidad de Elciego.

Convertida ya en referente turístico de una importante zona vitivinícola, esta explosión de acero y titanio se alza en la pequeña localidad de Elciego como un brindis por la comunión entre tradición y vanguardia.

A pesar de que la altura del edificio, 35 metros, no sobrepasa la del campanario de la iglesia para no alterar la identidad de esta pequeña población agrícola de la Rioja alavesa, cientos de turistas comienzan a perturbar la calma de este tranquilo lugar en busca de la que ya se conoce como ‘catedral del vino’.

El edificio se integra dentro del nuevo complejo bodeguero de Marqués de Riscal, 100.000 metros cuadrados dedicados a la elaboración, cuidado, estudio y, por supuesto, disfrute del vino. Entre el edificio principal y los anejos se distribuyen dos restaurantes gourmet; 43 suites exclusivas, cada una diseñada de forma individual; un balneario donde se proporcionan tratamientos de vinoterapia; un restaurante donde degustar creaciones clásicas e inéditas de la gastronomía riojana; un centro de reuniones; y una tienda especializada en productos relacionados con la bodega.

El nuevo volumen surge sobre unos viñedos, evocando con sus extremidades retorcidas la forma de las vides. Su estructura, como si fueran raíces, penetra ocho metros por debajo de la tierra arrancando desde un sótano que alberga las nuevas instalaciones de la bodega. Desde allí emergen tres masivos soportes de 16,5 metros que, atravesando el forjado de la cota de acceso, alcanzan el primer piso, donde sostienen, ayudados por pilares inclinados que aguantan los voladizos, una gruesa losa de hormigón de 1,5 metros de canto. Desde este nivel parten una serie de pilares metálicos de pequeña sección, ocultos detrás de las sinuosas paredes, que soportan el resto de las plantas de perímetro irregular, las cuales reducen su superficie con la altura, adquiriendo un aspecto piramidal.

El entramado me-tálico se prolonga al exterior por medio de pérgolas que, además de enmarcar el panorama y proporcionar sombra, se convierten en la seña de identidad del edificio gracias a los tonos de sus acabados, un guiño a los colores de la firma

El edificio principal alberga recepción, restaurantes, salas de reuniones y catorce habitaciones. El resto de estancias se sitúan en un edificio anejo al que se accede atravesando una escenográfica pasarela.

Se utiliza titanio rosado que alude al vino, titanio dorado que hace referencia a la malla de las botellas y por último acero inoxidable con acabado de espejo en alusión a la cápsula que cubre el gollete. Junto a estos contornos ondulados se sitúan prismas ortogonales, revestidos con piedra arenisca típica del lugar en una actitud abiertamente dialogante con las construcciones características de la zona.

Los sinuosos voladizos se revisten con titanio rosado y dorado, aludiendo al vino y a las mallas de las botellas; y con acero inoxidable, que remite a la cápsula que protege el gollete. Estos tres colores se utilizan también en la nueva imagen corporativa. Junto a las pérgolas se introducen piezas prismáticas forradas de piedra caliza: un guiño a la arquitectura autóctona.