Situados a tres kilómetros de Tudela, junto al parque natural de las Bardenas Reales, en un espectacular paisaje con fuerte presencia del cierzo —viento de noroeste—, el hotel se concibe como una sucesión de espacios interiores protegidos y confortables para contemplar el exterior. Desarrollado en planta baja, cuenta con veintidós habitaciones, trece de las cuales con un jardín privado.
La serie de volúmenes cúbicos, monocromáticos y dispersos que conforma el edificio permite ver a través de los espacios intersticiales, evitando una apariencia masiva y generando un juego de luces y sombras.
La estructura del edificio es de acero y toda la construcción se ha realizado en seco, excepto las soleras de hormigón. Las fachadas son de paneles sándwich por las limitaciones de plazos y presupuesto. Así, el hotel se presenta como una construcción ligera, desmontable y reciclable, que se asocia a las construcciones agrícolas de la zona: la fachada principal está formada por cajas de fruta y verduras, que se utilizan como cerramientos y rompevientos para los espacios exteriores, ya que detienen el viento pero permiten el paso del aire, no necesitan cimientos ni fijaciones, son fáciles de mover y económicas. Como las construcciones nobles de La Ribera, el edificio se organiza en torno a un patio central; formado por una serie de volúmenes ortogonales, este espacio da la espalda al cierzo y se abre a sureste donde se ubica un bosque de chopos y la piscina. El edificio se compone de una serie de estructuras sencillas, monocromáticas y cúbicas. Su posición dispersa permite ver a través de los espacios intersticiales, minimizando una apariencia masiva y generando un juego de luces y sombras. Através de un cultivo ordenado de cerezos, se accede al cuerpo principal del conjunto que alberga las zonas comunes —recepción, salón principal, sala de juntas, bar y restaurante— y diez habitaciones con patio propio y árbol frutal. El resto de habitaciones son pabellones exentos con grandes ventanas que miran hacia el campo, a las cuales se accede mediante una pasarela exterior, lo que les confiere un carácter privado y privilegiado por estar adentradas en el paisaje.
A través de un cultivo de cerezos se accede al cuerpo principal, que alberga las áreas comunes y diez habitaciones con patio propio; el resto son pabellones exentos con ventanas proyectadas que miran hacia el campo.
El interior de la profunda ventana se reviste de madera contrachapada para ser ocupada; este revestimiento esconde el marco de la carpintería y las cortinas tamizadoras y oscurecedoras enrollables que bajan motorizadas.
El proyecto busca el acercamiento al carácter rural y a la belleza del paisaje, ofreciendo ambientes despejados, sencillos y silenciosos. Para enfatizar la idea de las habitaciones como miradores protegidos, la profundidad de la ventana se extrema y se reviste en su interior de madera contrachapada, quedando ocultas la carpintería y las cortinas tamizadoras —enrollables y motorizadas—. Las ventanas se convierten así en rincones para leer, ver la televisión o contemplar el exterior, funcionando también como sofá y cama supletoria. Se orientan a noreste para ver el paisaje iluminado sin recibir el sol directo.
Las ventanas salientes se convierten en rincones para leer, ver la televisión o contemplar el exterior; y funcionan también como sofá o cama supletoria. Se orientan principalmente a noreste para ver el paisaje sin recibir el sol directo.
Cliente Client
Aire de Bardenas, S.L.
Arquitectos Architects
Mónica Rivera, Emiliano López
Colaboradores Collaborators
Guillermo Zuaznabar. María E. Seligra, Karen Pinheiro, Carla Isern, Gerard Bartomeu, Alba García (equipo team)
Consultores Consultants
Lamosca (identidad gráfica graphic identity)
Contratista Contractor
Alejandro Ahedo
Fotos Photos
José Hevia