El programa de esta casa —cuyo proyecto fue seleccionado por los propietarios tras una especie de concurso— corresponde a las necesidades de un matrimonio con dos hijos pequeños, que han decidido vivir en un pueblo pequeño. La respuesta a sus demandas ha sido un volumen sencillo, de carácter monolítico y condición pétrea, cuya geometría arquetípica descansa en el uso de dos familias de materiales: el hormigón cuya textura evidencia las marcas del encofrado de tablillas, y el pino tintado que reviste las jambas de los huecos.

La geometría de la casa da cuenta de la búsqueda de las vistas y de la mejor orientación solar, sorteando los obstáculos más próximos y liberando la mayor superficie de parcela para disponer en ella un pequeño huerto. Con este fin, la vivienda se sitúa en la parte más alta, ajustándose a las alineaciones y abriéndose a las vistas sobre los campos de cereal y las colinas que definen la vega del río Ebro.

Con el mismo propósito, el garaje se separa del volumen principal de la casa, cerrando el frente norte de la parcela. Entre ambos se crea un vestíbulo de acceso a caballo entre el interior y el exterior, que evoca los zaguanes de la arquitectura popular. La vivienda se relaciona con el jardín a través de los grandes huecos dispuestos en la planta baja, dando lugar a un espacio único que es a la vez una cocina, una sala de estar y una pequeña oficina.