En un enclave pintoresco, junto a los edificios neogóticos de la universidad de Cork, la galería Lewis Glucksman es la respuesta a la ambición de los clientes de convertir el centro en un vínculo entre la ciudad y el campus. De ahí que, lejos de ser un volumen hermético o ensimismado, la pieza se abre a el exterior, colonizando su entorno mediante plataformas abiertas y orientando sus ventanas hacia las mejores vistas del paisaje.

Elevado sobre pilares de hormigón, el volumen se camufla entre los árboles del parque mediante una piel curva de madera de roble. Un podio escalonado, que alberga en su interior una cafetería y otros espacios de servicio, conecta la avenida principal y el paseo junto al río. Sobre esta ruta peatonal, se alza la vasija que contiene las salas de la galería, delimitando un vestíbulo abierto que suaviza la transición entre el interior y el exterior. Para aumentar la luminosidad de este espacio en sombra, se utiliza una mezcla de hormigón con una gran cantidad de fragmentos de granito, de manera que las partículas brillantes de mica reflejan la luz. En el interior de la galería, los diferentes espacios intersecan entre sí, creando un recorrido continuo que gira en torno a un núcleo central y se abre hacia el paisaje mediante una serie de miradores oblicuos.