Sobre la colina de Killiney, salpicada de afloramientos graníticos, se despliega la residencia para abrirse hacia las vistas de la bahía de Dublín y hacia el distante monte Sugarloaf. La distribución de la construcción se acomoda a la cambiante topografía del lugar, configurando una sucesión de niveles directamente relacionados con las cotas del terreno exterior. El perímetro de la planta, que recuerda a la silueta de un gigante dormido, garantiza unas vistas óptimas y aumenta el soleamiento interior de las estancias. Como se accede a la vivienda desde una altura elevada, el tratamiento de la cubierta se ha estudiado especialmente. Los techos presentan un acabado de hormigón facetado que proporciona un brillo y un aspecto integrador entre las masas pétreas que surgen dispersas en la ladera que desciende hacia la costa. Esta imagen biselada también se manifiesta al interior en los cielos rasos para obtener un techo anguloso en forma de tienda que refleja la luz solar.

Realizada con hormigón armado in situ, la cubierta se sostiene por una chimenea del mismo material y esbeltos pilares de acero. Se han realizado hormigonados verticales y forjados continuos para evitar las juntas constructivas, empleando una mezcla de granito y arena como áridos.