El centro de Conservación y Restauración nace con la idea de centralizar en un sólo edificio las funciones de la Filmoteca Española, dispersas en diferentes sedes. La neutralidad del entorno —en la Ciudad de la Imagen, un parque empresarial en Pozuelo de Alarcón, al oeste de Madrid—; y la complejidad del programa —edificio público, centro de investigación y depósito de documentos—, requerían un proyecto capaz de arraigar el edificio al lugar y de articular e integrar todas las funciones, atendiendo a la escala humana y urbana.

La respuesta al espacio desierto de la plaza y del aparcamiento al lado norte es un cuerpo de tamaño industrial que adecua su escala a la situación urbana, como un gran buque amarrado en el muelle de un puerto. Desde la calle de acceso, el edificio se muestra en principio lejano, al interponerse un zócalo plantado de arbustos de color púrpura que le presta solemnidad. Esa distancia permite organizar un patio de servicio oculto desde la calle que resuelve la carga y descarga. Este espacio articula el edificio y el entorno. En este punto la plataforma vegetal se convierte en espacio construido para formar el garaje. Los pasillos del edificio principal que abren a la calle muestran la estructura de la actividad investigadora, y el orden de los pilares hace referencia a su condición casi claustral. Esta función destaca del conjunto con un sistema propio de fachada, con grandes ventanales y elementos de aireación.

Un cuerpo vertical se antepone a todos los demás y se hunde en el terreno, aportando la imagen más identificable y representativa. Su escala y dimensión dan respuesta a la percepción lejana pero al pie del mismo se observa cómo el orden vertical de los grandes ventanales continúa en el subsuelo, y se comprende la importante estructura construida bajo rasante que requiere elementos funcionales de tal magnitud para aportar luz en iguales condiciones que en las plantas superiores.

Desde el punto más próximo a la calle, donde se sitúa el acceso principal, además de la dirección y administración del centro, se percibe la gran escala del edificio. Es aquí donde se contemplan simultáneamente elementos y detalles de muy distintos tamaños constituyentes de la construcción referidos a la escala humana. Desde esta distancia la materialidad del edificio se hace patente con naturalidad y sencillez. También en este punto se pueden comenzar a vivir los espacios de articulación y de transición entre la dimensión urbana y la dimensión arquitectónica, donde el individuo se ve involucrado y consciente de pertenecer al mundo, al lugar y a sí mismo.