Paralela a las vías del ferrocarril, la estación de Basilea presenta los problemas típicos de toda estación de paso. La propuesta para su transformación atribuye a esta importante pieza de infraestructura un nuevo papel urbano, como puerta de la ciudad para los viajeros que llegan a ella y como vínculo entre barrios próximos hasta ahora sin conexión directa. Para conseguirlo, los pasos subterráneos que hasta la fecha comunicaban los andenes bajo el trazado férreo se sustituyen por un cuerpo elevado de pasarelas que alberga comercios y otros servicios, devolviendo al antiguo vestíbulo su protagonismo perdido. Visible desde varios puntos de la ciudad, la silueta de la cubierta será la principal responsable de la imagen renovada de la estación, que se presentará transversal al recorrido del tren como si se tratara de una estación de término. La inclinación de sus paños —quebrados hasta definir un perfil casi topográfico— proporciona a cada uso una altura específica, facilitando el acuerdo con las marquesinas existentes sobre los andenes. Con este gesto se mantiene la continuidad de la secuencia espacial transversal al tránsito de viajeros que caracteriza el proyecto, y que culmina con un segundo edificio de cabecera situado junto al aparcamiento, en el lado opuesto del conjunto de andenes...
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