Situado en una céntrica calle de São Paulo, el edificio Guaimbê se esconde entre los bloques vecinos retrasando la fachada diez metros respecto a la alineación de la vía urbana. Sólo un basamento de acceso se adelanta hasta la acera protegiendo la transición entre lo público y lo privado. Con una geometría rectangular de proporciones uno a cuatro, el volumen destaca por su estrecha crujía de siete metros de ancho. La estructura, compuesta por cuatro pórticos de hormigón armado, concentra sus soportes en los frentes longitudinales permitiendo una continuidad espacial en el interior que se subdivide de forma libre mediante particiones curvas. Para evitar el sol más intenso, la fachada principal se protege con un brise-soleil que ocupa toda su extensión, mientras que el resto de las orientaciones se cierran con paños continuos de hormigón.

Como ensayo de un mecanismo que se desarrollará posteriormente en edificios como el Jaraguá, Mendes da Rocha utiliza el canto de la viga y la posición de las losas para crear pequeñas diferencias de nivel que permiten tanto alojar un conducto de instalaciones como mejorar la ventilación del conjunto. De esta forma, el salón y el vestíbulo están elevados tres peldaños respecto el resto de los espacios de la vivienda.