Excavada en el terreno de una colina en pendiente, la casa Millán se desarrolla, bajo la cota más alta de la parcela, en torno a una serie de aberturas cenitales que iluminan las diferentes estancias. El acceso se produce por el único frente que no está enterrado, a través de un gran hueco enmarcado por una viga pared que se apoya en los muros de contención. Tras este gran dintel, una escalera de caracol comunica el área para el servicio doméstico, en posición subterránea, con el nivel principal de la vivienda.

Como estrategia para difuminar el límite entre lo público y lo privado, el pavimento de la calle continúa hasta el salón y desde ahí, una escalera de traza circular conduce a la parte superior de la casa. Horadada por un vacío central, la planta primera se divide en dos zonas: el dormitorio principal, delimitado por una pared curva; y el resto de las habitaciones, comunicadas por un corredor lineal. Una escalera exterior que asciende por la fachada nos lleva hasta la cubierta que goza de una vista panorámica sobre la ciudad de São Paulo y se integra en su entorno cercano, marcado por una intensa vegetación. Interrumpida por lucernarios, esta terraza ajardinada contiene una lámina de agua que proporciona el aislamiento térmico a la vivienda.