Concebida como un prisma abstracto, la tienda responde al espíritu de la marca Forma, pionera en la divulgación y venta de los mejores objetos de diseño internacional. Las obras expuestas debían tener la máxima visibilidad posible, atendiendo no tanto al peatón como a los pasajeros de los coches, ya que el edificio se sitúa en una de las avenidas con más tráfico de São Paulo. Por ello, el escaparate se eleva dos metros respecto a la vía urbana y ocupa toda la extensión de la parcela.

Dos vigas pretensadas salvan los treinta metros de luz, liberando toda la superficie en planta baja que se destina a aparcamiento. En los extremos, cuatro soportes de hormigón, unidos dos a dos, albergan las instalaciones, escaleras y servicios. Así, todo el volumen queda libre para la exposición y venta de muebles. Sobre esta base de hormigón se apoya una estructura metálica que, de nuevo, recorre el vacío de lado a lado, sin pilares intermedios. La fachada, formada por chapas de aluminio ligero, se fija a este entramado y se concibe como un panel neutro, donde se exhibe la propaganda. En las aristas se reduce el espesor de los elementos constructivos al mínimo para que desde el exterior se perciba tan sólo una línea, reforzando la idea de edificio como volumen puro suspendido en el aire.