Este edificio de oficinas y comercio se sitúa sobre la última parcela libre del la primera fase del proyecto Eurolille, que Rem Koolhaas comenzó a construir en 1998. Aprovechando la posición estratégica del solar —donde confluyen diferentes ejes visuales y de circulación—, el edificio adopta la forma de una pequeña torre apoyada sobre un zócalo, una torre cuyo replanteo genera un nuevo espacio público en el que se combinan lo público y lo privado, lo vertical y lo horizontal. Organizada en tres partes, la torre está formada por un juego de bandas continuas que cubren los cantos de forjado, y de paños perforados de suelo a techo, entre los que se colocan de manera alterna grandes huecos de vidrio que permiten una visión panorámica abierta 360º para capturar las mejores vistas de la ciudad. Estos vidrios son laminados e incorporan un tratamiento para proteger el interior del edificio del exceso de la radiación solar y atenuar la contaminación acústica.

Lo más singular desde el punto de vista constructivo es la solución ventilada de la envolvente, que está construida con paneles de cobre prepatinado dispuestos cada 1,35 metros y sostenidos con montantes del mismo material, de 15 milímetros de espesor y que se fijan a la hoja interior portante mediante anclajes de acero. Mientras que las zonas vidriadas de la fachada se protegen gracias a una celosía de montantes de cobre, las opacas se aíslan con lana de roca de 20 centímetros de espesor y se matizan, en función de la orientación, con paneles cuya perforación puede llegar al     40 %.