Cerca del amplio meandro del Rin que protege desde siempre a la vieja Basilea, y un poco aguas arriba, se encuentra la localidad de Muttenz. Ahora es poco más que un barrio al este del centro de la cosmopolita ciudad helvética, absorbido en el extenso desarrollo de casas alrededor de la capital. Próximo a la triple frontera, a unos cinco kilómetros del punto donde se cruzan Suiza, Alemania y Francia, el territorio de Muttenz se ve enmarañado por los nudos de la autovía que une ahora los tres países como antes los unía el gran río que fluye hacia el Norte.

El monumento más notable de este barrio, antigua aldea fronteriza, es su iglesia fortificada, de cuyo recinto parte la vieja calle Mayor. Al final de ésta, en el límite de un centro bien conservado y sobre una calle de tráfico importante y próximo a la estación del barrio, un amplio terreno acoge el conjunto de centro comercial, hotel y viviendas del estudio de Basilea Bürgin, Nissen y Wentzlaff. En una zona que se caracteriza por su escasa densidad y por una edificación de carácter disperso, levantada en los dos últimos siglos, los arquitectos han llevado a cabo las tres partes del programa en tres construcciones distintas pero reunidas en un peculiar conjunto. La cuestión principal de la composición reside en la dificultad y el desafío que supone incrustar en el viejo casco de Muttenz los 2.500 metros cuadrados de una gran planta comercial, que con el habitual aspecto de contenedor y con sus rótulos publicitarios pueden suponer una descomposición formal del lugar.

De modo que las viviendas y el hotel se utilizan para acompañar y mitigar la presencia del centro comercial. El proyecto se las arregla con tres volúmenes alrededor de un patio o plaza, que se componen como un bodegón de dos cajas sobre los bordes de un mantel de cuadros: una malla dimensional y estructural ordena y encaja todas las piezas. Piezas frías, en todo caso, de la moderna arquitectura suiza, de materiales pulidos y aristas exactas. Dos piezas blancas sobre un zócalo negro.

El edificio plano y extenso del centro comercial se presenta como una dilatada caja de cristal oscuro, transparente unas veces y opaco otras, que se prolonga en los bajos del hotel y de las viviendas. Por el contrario, los volúmenes de éstos, que se levantan cuatro y dos plantas por encima, son blancos, de vidrio mateado blanco y de aluminio del mismo color para formar las contraventanas exteriores. El zócalo oscuro se despieza en grandes lunas y puertas; se ha procurado que las entradas al centro no destaquen excesivamente.

Variaciones sobre un tema
Por encima de ese zócalo oscuro, los dos cuerpos blancos de alojamiento acusan la composición a base de paneles de fachada de suelo a techo. El empleo de contraventanas sobre los paños de vidrio produce una fachada cuyo aspecto cambia continuamente, según el uso del alojamiento y el clima, formando variaciones musicales del mismo tema reticular. Así que el conjunto se diseña con atención al entorno y con seguridad en su propia presencia.

El hotel y el centro comercial se abren a su vez a la calle mayor. El vestíbulo del hotel repite un truco escenográfico clásico: nos presenta la gran escalera que sube a los pisos. Con un diseño más propio de una gran oficina pública que de un pequeño hotel de cincuenta habitaciones, la escalera ocupa la fachada norte, trepando por espacios de gran altura y abordando en alturas sucesivas galerías abiertas correspondientes a las plantas de habitaciones. Este gran efecto se deja ver por la fachada principal, a través de la cuadrícula blanca, porque se sustituyen los paneles opacos por otros transparentes. En la cara opuesta, las habitaciones se abren a mediodía y al patio.

El pequeño cuerpo destinado a las viviendas en el otro extremo no tiene elementos verticales: se resuelve como una sencilla hilera de dúplex, que se mezclan con los edificios más próximos y que se abren a una pérgola situada sobre la gran explanada de césped que cubre la planta comercial...[+]