Situado en la última parcela libre del desarrollo de Étoile, el complejo de usos mixtos Saint-Urbain ocupa una posición estratégica en el tejido urbano de Estrasburgo. Este conjunto hace las veces de enlace entre el centro histórico y el vecindario de Neudorf y, al mismo tiempo, de piedra angular en el proyecto urbano a escala territorial de Deux Rives, que se extiende hasta la ciudad alemana de Kehl. Rodeado por una serie de espacios vacíos (una avenida, una plaza, un cementerio, un parque y una autovía), el conjunto se concibe como un nuevo centro dentro de la ciudad, en la intersección de sistemas formales y morfologías diferentes, y debe hacer frente a cuestiones de escala, densidad y tipología. La propuesta no persigue reproducir el tejido tradicional, ni tampoco seguir la lógica de los bloques de Étoile, sino que trata de imaginar una identidad propia que exprese su condición de islote urbano.

En el solar se construyen 21.500 m² que acogen programas variados: 170 viviendas, un hotel, oficinas y espacios comerciales. Todo ello se organiza en siete paralelepípedos dispuestos en el perímetro, liberando el centro de la parcela, que se convierte en un gran espacio público. Debido a su emplazamiento, entre dos reservas naturales y cerca del canal de Rhone-Rhine, el proyecto aplica las ventajas de ‘la casa’ (urbanidad, vegetación e independencia) a los bloques de vivienda colectiva. En el diseño de los espacios exteriores se pone el acento en la vegetación, con árboles altos y un extenso ‘tapiz verde’ compuesto por una gran variedad de plantas, helechos y musgos como elementos de soporte medioambiental.

La continuidad del frente urbano se marca con una serie de retranqueos de los volúmenes con respecto al perímetro del solar. La altura de los edificios varía en función del programa que acogen. Así, el hotel se levanta en forma de torre y actúa como punto de referencia dentro de su entorno. A pesar de sus alturas cambiantes, los edificios presentan un mínimo común denominador: todos mantienen constantes la forma y el ritmo compositivo de los huecos para desdibujar la escala de las tipologías y unificar el conjunto bajo un mismo lenguaje. La repetición de elementos deriva de la necesidad de optimizar costes. La sencillez de las fachadas y de la implantación urbana contrasta con el meticuloso trabajo con el color. Su uso contribuye a la legibilidad del conjunto y ayuda a su identificación y apropiación por parte de los usuarios. Además, refuerza la identidad del complejo y de la propia ciudad de Estrasbugo, conocida también como ‘la ciudad de los mil colores’.