Tomando como referencia la ordenación ortogonal del resto de edificios del colegio, el comedor trata de conectarse con todos ellos al tiempo que soluciona el acceso del tráfico rodado desde el aparcamiento.

El nuevo volumen, de planta rectangular y de forma prismática, se reviste con una envolvente metálica de chapa perfilada, cuyas aristas se curvan para suavizar el impacto visual en el paisaje. De este modo se evitan, además, los canalones, las bajantes y los encuentros entre la fachada y la cubierta, y se facilita, por tanto, el mantenimiento del comedor.

El tiempo previsto para la construcción del edificio, dada la urgencia con la que el colegio necesitaba el equipamiento, se vio muy reducido. Por ello, se plantea una solución prefabricada que subdivide el volumen principal en cuatro módulos prismáticos que, para adaptarse a la topografía del terreno, se apoyan sobre un muro de hormigón y sobre una serie de pilares de acero laminado de diversas alturas.

Los huecos que se prevén en el cerramiento se dimensionan buscando el equilibrio entre la entrada de luz natural y las posibles pérdidas energéticas; y para su colocación se considera, además de la orientación del edificio, la escala de los futuros usuarios y las vistas del entorno.

La forma tubular de la envolvente y la uniformidad cromática del interior de la obra —en donde se emplea, para contrastar con el gris de la chapa perfilada de acero externa, un potente tono amarillo— tratan de generar un ambiente propio, aislado del entorno exterior, que los colegiales perciban como un lugar de cobijo.