Casas tradicionales con cubiertas de teja a dos aguas y muros enfoscados en blanco pueblan las suaves colinas de Gleissenberg. En un anodino barrio de este municipio del sur de Alemania, en los límites entre el bosque de Baviera y el de Böhmer, una familia compuesta por una pareja y sus cuatro hijos decidió levantar su casa. En una de las lomas, con magníficas vistas sobre el conjunto del valle hacia el sureste, la construcción debía albergar también el taller del padre, un artista que rea-liza grabados en madera de gran tamaño.

Si bien la forma final de la vivienda es una abstracción de la casa convencional, los materiales y su implantación la diferencian de las edificaciones vecinas. Dos pantallas de hormigón, dispuestas en paralelo respecto a las curvas de nivel, contienen el terreno y conforman, arriostradas por cuatro muros ortogonales, una base estructural que constituye además la entrada a la casa. Sobre este zócalo des-cansa el cuerpo principal, sustentado en la base por vigas de gran canto que permiten que la casa vuele y asome sobre la pendiente, generando un porche hacia el valle que se aprovecha para situar el aparcamiento y la leñera. Con la impronta de una casa que se ha colocado con grúa, catorce grandes piezas de madera dan forma a los techos y las paredes, elevados en torno a una planta cuadrada. El interior se ha divido en dos niveles: el inferior aloja las estancias vivideras, mientras la zona superior acoge un estudio de planta diáfana al que se puede acceder de manera independiente desde la parte más alta de la parcela. Para posibilitar una utilización del espacio en función de las necesidades de la familia, que cambiarán previsiblemente con el paso del tiempo, se han situado las áreas comunes (salón, comedor, cocina) en el centro del cuadrado y de sus lados, cediendo los dormitorios y los baños a las cuatro esquinas. De esta manera, la luz procedente de cuatro orientaciones alcanza en todo momento el comedor central, e inunda estares y cocina, en la zona media de cada lado, conforme avanza el día.

Forrando la casa, un cerramiento doble de policarbonato transparente envuelve las fachadas y tamiza la luz que llega al interior. Dentro de la cámara se ha instalado un mecanismo de oscurecimiento y ventilación que varía las condiciones de iluminación interiores según los requerimientos de cada ámbito. Donde la luz no es necesaria, la madera de cedro rojo se interpone para cerrar los espacios. Donde se buscan las vistas, el policarbonato da paso al vidrio, recortado por gruesas piezas de carpintería en madera que parecen enfocar, a modo de lupa, un punto singular en el paisaje... [+]