En una zona tranquila del distrito residencial de Bunkyo, una familia decidió construir un edificio de tres plantas como extensión de su vivienda. La edificación existente, de forma prismática, se sostiene por medio de una estructura de madera, y se decidió que la ampliación, que debía acoger la vivienda de los padres en una planta y la de los hijos —una pareja— en las dos superiores, se llevara a cabo con vidrio: se quería que los hogares de ambas familias fueran luminosos y brillantes, como los minerales que el cliente acostumbra a buscar y recolectar, una de sus aficiones.

El nuevo volumen se adhiere al antiguo en uno de los lados. La doble entrada, en dos niveles, se sitúa en el punto de unión de los dos prismas. La planta inferior aloja un estudio, un taller y un servicio, que amplían la morada del matrimonio; el segundo nivel con dos dormitorios y el tercero con un salón comedor se suman a las habitaciones del viejo inmueble para conformar el hogar de la pareja.

La casa se construye con ‘niveles’ de cerramiento que tienen por misión conseguir capas de densidad y profundidad según la función que desempeñe cada uno de los muros. Estas funciones son tres: visión, cuando se quiere que el cerramiento permita observar el exterior, se utilizan bloques transparentes; iluminación, cuando se quiere que el cerramiento deje pasar la luz pero no la imagen exterior, se utilizan bloques translúcidos; frontera, cuando se desea que el cerramiento defina distancias y limite el espacio, se utilizan bloques opacos. La combinación de estos tres niveles genera la riqueza espacial que la utilización indiscriminada —en fábrica— de un único objeto —el pavés— no conseguiría por sí mismo.

Con el fin de materializar toda la casa, incluida la estructura, con bloques de vidrio, se pidió la colaboración del fabricante, el constructor, un ingeniero estructural y de un equipo de la universidad, encargado este último de llevar a cabo las pruebas en el laboratorio. Se determinó la necesidad de levantar una estructura de acero, resistente a los frecuentes sismos, a base de barras planas, en las que las piezas de vidrio quedan atrapadas. El pavés se dispone en cuadrados de 190 mm de lado y 95 de espesor, mientras las barras, de acero inoxidable, tienen una sección de 65 mm.

Estructura y carpintería se han lacado en blanco; el pavimento pulido —de piedra o madera— es también de tonos claros: se consigue así la sensación de luminosidad que el cliente quería. Escaleras, barandillas y un escaso mobiliario, todos ellos en tonos oscuros, se hacen especialmente visibles en este espacio que parece fundirse con la atmósfera exterior... [+]