Vivir en una casa dentro de la densa trama que forman los barrios residenciales de Tokio puede parecerse a vivir en un árbol. La Casa NA explora esta posibilidad y se estratifica en muchas plataformas ligadas entre sí mediante un único espacio fluido, que dota de continuidad al conjunto. Este modo de organización hace posible que el interior pueda experimentarse de dos maneras: bien como un único y extenso recinto, bien como un conjunto de estancias diferentes que pueden agruparse de manera discreta para dar una respuesta adecuada a los distintos programas. La posición ambigua entre la fragmentación y la unidad hace posible que se creen situaciones de intimidad, al mismo tiempo que promueve la comunicación en forma de red entre varias personas distribuidas por las diferentes plataformas.

Pese a su afinidad conceptual, la casa no se parece a un árbol; por el contrario, su enfático color blanco y su rectilínea estructura de acero ponen en evidencia su condición de objeto artificial posado en la ciudad. Sin embargo, su organización, sus escalas diversas y el modo de relación corporal propician que sus espacios interiores puedan aludir, en cierto sentido, a las ricas experiencias sensoriales que nuestros antepasados remotos tuvieron cuando habitaban en lo alto de los árboles... [+]