Capilla del Cementerio del Bosque, Estocolmo
Erik Gunnar Asplund 

Capilla del Cementerio del Bosque, Estocolmo

Erik Gunnar Asplund 


En el largo trabajo del cementerio, comenzado con el concurso de 1915, Asplund tuvo mucho tiempo para repensar las dificultades del encargo religioso donde la arquitectura adquiere un compromiso especial. La capilla del bosque es su primera afirmación, y la última será la capilla principal, terminada en el año de su muerte, 1945.

Para imaginar la capilla funeraria entre abetos, Asplund recurrió a su experiencia y a sus modelos académicos. Del tardío clasicismo nórdico, de ese destello del sol de Grecia a través de la bruma en los países del Norte (parafraseando a Yourcenar), viene el pórtico columnado, un pórtico que años después se convertiría en la pieza más importante del proyecto del crematorio principal, pero que aquí es todavía ambivalente. En los primeros bocetos, ocho columnas de madera pintadas de oscuro y un tejado de faldones asimilan el porche al bosque, el bosque sagrado de los vikingos y el temenos de los griegos. En la construcción final, los fustes imitarán columnas toscanas con acabado blanco y sedoso, y serán doce en total para sostener la pirámide oscura de la cubierta, cuya estructura se esconde detrás del cielorraso. De las villas del campo sueco parecen venir el trabajo de la madera pintada y la cubierta inclinada, que aquí se exagera como para evocar a la vez la forma funeraria por excelencia, la pirámide que guarda la vida del más allá, y la copa de los abetos. Un relieve de bronce del ángel de la muerte preside el frente, como las guirnaldas celebran la vida de las villas. Un poco más allá, un túmulo de tierra alberga una cripta funeraria.

También la cúpula parece una alusión lejana al espacio sacro del Renacimiento. De nuevo ocho columnas ordenan el interior en un círculo alrededor de la cúpula. Ahora son dóricas, vestidas de estrías y subidas a un par de escalones, formando como un tholos invertido dentro del cual se coloca el catafalco para el servicio fúnebre. El altar apenas si constituye una referencia, ligado a un nicho en arco. Este espacio se emparenta con la tradición pietista de los países escandinavos, que es, como el de los cuáqueros, un espacio de piedad contenida y de una abstracción limpia y ordenada. Un espacio como el de las películas de Dreyer, en el que los muebles de factura artesanal aportan un sentimiento de conmemoración familiar más que de asamblea litúrgica. Las sillas dibujadas por el propio arquitecto como una modesta versión de modelos elegantes adopta una disposición alrededor del túmulo y de la pequeña cúpula que tiene ese carácter de celebración rural del rito nostálgico de la otra vida...[+]